Dom. 25.05.2025-08:00
Ántoni Gutiérrez-Rubí llegó el lunes por la mañana a la sede del Gobierno porteño en Parque Patricios a paso cansino, con la mochila colgada al hombro y sus característicos anteojos con cristales en círculo. Es un hombre moderado, con conocimientos en filosofía y cine, simpático y de bajo perfil. Da gusto tomar un té con él, acompañado por bombones, en alguno de los hoteles más lujosos de la Ciudad, por donde se mueve sin que nadie sepa quién es. Ese mismo impacto agradable les causa a quienes lo contratan y lo ven en acción: lo primero que pide es una pizarra gigante para escribir frente a ellos sus estrategias electorales y la conducta de los nuevos votantes, siempre a mano alzada, como si le hiciera honor a su pasado de dibujante. Pero hay algo que no cierra: lleva tres elecciones dirigiendo los destinos de campañas de dirigentes tan disímiles como Cristina Kirchner, Sergio Massa y, ahora, Jorge Macri con resultados inapelables. Tres jugadas, tres perdidas. Seguir leyendo