señales que alertan al cuerpo



La intolerancia a la lactosa afecta a millones de personas en el mundo. Se trata de la dificultad del organismo para digerir la lactosa, un azúcar presente en la leche y sus derivados. Esta condición suele aparecer en la infancia tardía o en la adultez, aunque también puede manifestarse en bebés.

La causa principal es la deficiencia de lactasa, una enzima que se encuentra en el intestino delgado. Cuando su producción disminuye, la lactosa no se descompone correctamente y pasa al colon, donde las bacterias la fermentan, lo que provoca síntomas digestivos. Esta intolerancia no representa una alergia, ya que no involucra al sistema inmunológico.

Según datos de la Mayo Clinic y la Cleveland Clinic, el grado de intolerancia varía en cada persona. Algunas pueden tolerar pequeñas cantidades de lácteos sin molestias, mientras que otras reaccionan incluso con mínimas dosis. Reconocer los signos resulta clave para evitar complicaciones y adaptar la alimentación.

Los síntomas suelen aparecer entre 30 minutos y dos horas después de consumir productos con lactosa. Los más frecuentes incluyen hinchazón abdominal, flatulencias, cólicos y diarrea. En algunos casos, también se observa náuseas o una necesidad urgente de ir al baño.

Estos signos surgen porque la lactosa no digerida se acumula en el intestino y fermenta. Esta fermentación produce gases como hidrógeno, metano y dióxido de carbono, lo que genera presión e incomodidad abdominal. También puede alterar el equilibrio de la flora intestinal y favorecer cuadros de disbiosis.

Los estudios publicados en la Harvard Health Publishing indican que los síntomas pueden confundirse con los del síndrome de intestino irritable. Por eso, conviene consultar a un profesional para obtener un diagnóstico preciso y evitar restricciones innecesarias.

Además de los síntomas digestivos, algunas personas experimentan manifestaciones extraintestinales. Entre ellas aparecen fatiga, dolor de cabeza, mareos o dificultad para concentrarse. Aunque estos síntomas no son exclusivos de la intolerancia a la lactosa, pueden estar relacionados con la fermentación intestinal y la inflamación leve que esta genera.

Según el portal WebMD, ciertos individuos también reportan dolor muscular o cambios en el estado de ánimo, como irritabilidad o ansiedad. Estos efectos no se deben a una reacción alérgica, sino a la forma en que el cuerpo reacciona ante una digestión incompleta y prolongada.

El diagnóstico se realiza mediante pruebas como el test del hidrógeno en el aliento o el test de tolerancia a la lactosa. Estas evaluaciones permiten confirmar si existe una mala absorción de la lactosa y cuál es su grado. En niños pequeños, los médicos también observan los síntomas tras eliminar los lácteos durante un tiempo.

Otra alternativa es realizar una dieta de exclusión, donde se evita la lactosa por algunas semanas y se reintroduce gradualmente. Si los síntomas desaparecen durante la exclusión y regresan al consumir lácteos, se confirma la sospecha de intolerancia.

Tomar conciencia de las señales que envía el cuerpo permite actuar a tiempo. Ajustar la dieta y conocer las opciones sin lactosa mejora la calidad de vida y evita molestias innecesarias. Además, una atención médica adecuada descarta otras afecciones y permite un abordaje más personalizado.

Nota creada con IA y editada por JKTP



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