En una hora y media, William Unek mató sin razón ni motivo aparente a 21 personas, y tres años más tarde arremetió contra la vida de otras 36, entre mujeres y niños, hechos que llevaron a una intensa búsqueda por cielo y tierra, y le valieron el nombre de “el asesino relámpago”.
En Malampaka, Tanzania, todos conocen el nombre de Unek: un agente de polícia que en 1956 mató a mucha gente por un supuesto conflicto con su superior. El hecho ocurrió en el pequeño pueblo donde se refugiaba después de haber huído del territorio británico de Tanganica, donde cometió su primera masacre.
“Durante mucho tiempo la gente no pudo trabajar en las granjas hasta que William fue finalmente asesinado. Este periodo de terror aún está en la mente de la gente y se narra de generación en generación”, escribió Ndalahwa F. Madulu en en un pie de página de su investigación sobre los cambios en el estilo de vida en las sociedades agrícolas de Sukumaland.
De acuerdo con varios articulos periodisticos que narran su historia, Unek nació en Uganda en 1929. Más allá de ello no existen registros de su historia. Solo que el 1 de enero de 1954 tomó un hacha y comenzó a matar indiscriminadamente a personas que vivian en Mahagi, en el Congo Belga. El incidente, por su grado de violencia, dejó perpleja a las autoridades, lo que le permitió a Unek contar con el tiempo suficiente para escapar.
Tres años más tarde, cometió su segunda masacre en el pueblo de Malampaka: asesinó a hachazos, quemó vivo y estranguló a varias personas, entre ellos su jefe en la policía, la familia de su superior y 34 hombres de la King’s African Rifles, un regimiento colonial británico de varios batallones que surgió en las diversas posesiones del Imperio británico en África Oriental desde 1902 hasta la independencia de estos países en la década de 1960.
“Entre las víctimas figuran dos mujeres quemadas en su choza, la esposa de un sargento asesinada con un hacha, tres niños tiroteados con un rifle de policía robado que aún está en su poder y la niña estrangulada”, describió un articulo del medio canadiente The Ottawa Citizen del 14 de febrero de 1957.
De acuerdo con una nota de Reuters de la misma época, Unek “robó las llaves de la armería de la policía en un pueblo cercano al lago Victoria y escapó al monte”. La policía comenzó la búsqueda a pie con perros rastreadores, además de aviones y jeeps, y ofreció una recompensa de 350 dólares. Se trató de “la mayor persecución de la historia de Tanganica”.
“Hasta ahora, no se ha encontrado rastro del asesino. Las fuertes lluvias y el suelo de tierra batida cubierto de hierba alta han borrado todo rastro en el campo, haciéndolo más difícil que en la sabana”, describió The Singapore Free Press.
Unek buscó refugio y ayuda en la casa de Iyumbu ben Ikumbu, un hombre que vivía a un poco más de tres kilómetros de Malampaka. Ikumbu envió a su esposa a que pidiera ayuda a la policía mientras retenía Unek. Le brindó comida y conversó con él durante más de una hora.
Cuando la polícia llegó, arrojó una bomba de humo que incendió la casa. Ikumbu salió rápidamente. Unek quedó gravemente herido. El 21 de febrero fue detenido y puesto en custodia. Días más tarde murió a sus 28 años en el hospital de Mwanza a causa de las heridas.
Ikumbu recibió una recompensa de 125 libras esterlinas y fue condecorado con la Medalla del Imperio Británico por su coraje al ayudar a detener a Unek. Además, se creó un fondo de ayuda para los familiares de los masacrados y se construyó una clínica de maternidad como monumento en memoria de las víctimas de Unek.