Me cuesta decirlo de esta forma, pero creo que es cierto. En la dictadura hubo una represión sin tregua y de una crueldad inimaginable para aquellos considerados como militantes de Montoneros y del ERP. Y de tantos otros que ni una cosa ni otra que igual cayeron. Fue un castigo brutal, sin respetar ningún marco jurídico.
Hubo también otra represión -mucho más liviana- al rock, un espacio de disenso pero con lenguajes metafóricos que a los militares les costaba entender. Así “Canción de Alicia en el país”, de Charly, no fue censurada explícitamente aunque otras -como “Viernes 3AM” que proponía cambiar lo amargo por la miel y luego parece anunciar un suicidio- sí lo fueron.
Recuerdo una sensación: con la represión al rock se podía vivir, con la política no. Eso se tradujo en una potencia inédita de esta música como forma de protesta que sin ser partidaria era de oposición. No me extrañaría que algunos de los generales de la dictadura hayan pensado que si bien estos jóvenes eran algo degenerados por su pelo largo y su ignorancia -a su juicio- del concepto de Patria, era mejor permitirles un margen de expresión que cerrarles todas las puertas: eso podría abrir espacio para simpatías políticas herejes.
No sólo con el rock sucedió esta especie de represión tibia. También con el sexo. Los años de la dictadura, pese al omnipresente discurso de la sociedad occidental y cristiana en todos los resquicios, no fueron de especial condena a la sexualidad juvenil siempre -obvio- que fuera mainstream. Gays, lesbianas y travestis sí, en cambio, sufrían una clandestinidad sofocante.
No fue tampoco azar sino una manera de dejar cierta vía de escape. El teatro de revistas y los filmes picarescos -burdos y de una eroticidad ramplona- proliferaron. Por ejemplo la nada sutil “Te rompo el rating”, con Moria Casán y Jorge Porcel o “El rey de los exhortos” con Susana Giménez y Alberto Olmedo. Ninguna de estas películas hoy moverían el interés de algún adolescente, pero en la mentalidad militar era el sexo permitido, el que filtraba “espacios de libertad”. Penoso, pero real.