Llegó el día. El Mundial de Clubes 2025 comienza esta noche en Miami con el partido inaugural entre Inter Miami y el egipcio Al Ahly, un choque que no diría nada si no fuera porque en el equipo estadounidense juega Lionel Messi, nada menos. El 10 que dejó Europa para afincarse en la MLS deberá probarse otra vez, a sus casi 38 años, con los monstruos que enfrentaba en la Champions League pero también con los equipos más grandes de Sudamérica, entre ellos Boca y River. Será un mes de partidos y más partidos, 63 en total. Pero en tierra yanqui (por ahora) la única fiebre mundialista es la que aportan los hinchas argentinos que empiezan a hacerse sentir. Fuera de eso, el clima está pesado y no precisamente por los 30-35 grados que acompañan cada jornada.
Gianni Infantino, presidente de la FIFA desde 2016, es el alma mater de este evento inédito que reúne a muchos de los mejores equipos del mundo, todos clasificados por mérito propio salvo la discutida inclusión a dedo del conjunto capitaneado por Messi. Business is business, como lleva tatuado esta tierra, que el año próximo recibirá el Mundial de selecciones, y los de rosa saltarán a la cancha en un Hard Rock Stadium que tendrá en sus palcos a dirigentes y celebrities pero con huecos en las tribunas.
El gran público no se engancha, y los que sí, mayoría latinos, saben que en tiempos de Donald Trump hay riesgos que es preferible no tomar. El presidente, que este sábado cumplirá 79 años de edad, se declaró feliz en diciembre pasado “porque el fútbol se está apoderando de los Estados Unidos” mientras daba inicio a una de las políticas antimigratorias más feroces de la historia, prometiendo deportar un millón de residentes ilegales por año.
En Los Ángeles, una de las doce sedes, se registraron graves incidentes y por estos días hay toque de queda. En el resto de los escenarios, y especialmente en Miami, el temor lo instaló la confirmación que en los alrededores de los estadios habrá oficiales de las fuerzas ICE y CBP, focalizadas en migraciones y frontera, respectivamente. Ante los rumores de redadas y detenciones, las autoridades tuvieron que salir a aclarar que forman parte de un operativo de rutina en materia de seguridad. Los turistas corren mejor suerte, pero la recomendación es no despegarse de los pasaportes.
En Miami Beach, la zona más glamorosa de la ciudad, donde parece habitar el fantasma de Ricardo Fort, los argentinos que viajaron para ver a Boca (juega el lunes ante Benfica y viernes frente a Bayern Múnich, en la misma cancha) se preguntan si se consiguen entradas para ver a Messi. “De paso cañazo”, resume Román, un cordobés de 22 años que viajó con sus padres y pone un audio de WhatsApp en el que un amigo le cuenta que escuchó que están regalando entradas por la poca demanda. A pesar de los rumores, el ticket más barato figura a 70 dólares aunque los precios pueden ir bajando hasta la hora del partido, las 21 de Argentina.
De Europa poco y nada, salvo la presencia de muchos de los mejores jugadores y entrenadores del mundo, que pusieron cierta resistencia a mezclarse con el Tercer Mundo futbolero hasta que la FIFA dio a conocer el valor de los premios. Serán unos mil millones de dólares, que se repartirán a medida de que avancen en la competición, aunque no equitativamente sino respetando el nombre de cada uno de ellos, con su propio cachet, como si fueran protagonistas y el resto actores de reparto, que lo son.
Lo más probable que en la final del 13 de julio en Nueva Jersey estén los favoritos según la Inteligencia Artificial, las apuestas y el sentido común: el Real Madrid de Kylian Mbappé renovado por la llegada de Xabi Alonso, el Manchester City de Guardiola y Haaland que quiere cerrar con una sonrisa una temporada espantosa, el PSG majestuoso de Luis Enrique que arrasó en la final de la Champions o el Atlético de Madrid del Cholo Simeone, que quizá pueda dar aquí el gran golpe que se le niega desde hace más de una década.
Las chances de un título para Boca, donde Russo ni siquiera debutó, y de River, golpeado por la inoportuna salida de Mastantuono, parecen remotas y es raro verlos como invitados a una fiesta que seguramente será para otro. Ni hablar lo que pueda pasar con el Inter de Messi, que tendrá que sorprender al Porto o al Palmeiras, e incluso al Al Ahly, cuando este año le está costando hacer pie en la MLS.
Sin embargo, lo que se percibe en los hinchas es que a medida que se acercan los partidos el miedo a un papelón va cediendo a la ilusión de un batacazo. “¿Y si los europeos llegan cansados; si no se lo toman tan en serio como nosotros; si hacemos la gran Platense en el fútbol argentino?”, preguntas en forma de anhelo, detrás de un milagro. Lo dicho, hinchas… lo mejor y lo más futbolero que se ve por estas horas en el país del norte.