Hormonas de la felicidad es el nombre popular de las sustancias químicas que sostienen el bienestar emocional y físico. Cuando sus niveles bajan, aparece el bajón anímico, la desmotivación y aumenta la percepción de dolor. Por fortuna, estimularlas no exige medicamentos costosos: basta incorporar hábitos cotidianos como caminar al aire libre o compartir un abrazo.
Además, sincronizar el sueño con la luz natural ayuda a que la serotonina y la melatonina trabajen coordinadas, reforzando el ciclo de vigilia y descanso.
Este enfoque conservador privilegia costumbres tradicionales —luz solar, actividad física moderada, contacto humano y buena alimentación— que la ciencia sigue respaldando.
Estimular de forma natural las hormonas de la felicidad combina luz solar, ejercicio moderado, contacto humano, alimentación equilibrada y buen descanso. Estos hábitos tradicionales -al alcance de cualquiera- sostienen un ánimo estable, mejoran la motivación y actúan como un escudo frente al estrés cotidiano. Incorporarlos con constancia y se podrá observar cómo el bienestar general se afirma día tras día.
Aunque solemos hablar de “una” hormona, en realidad son cuatro actores principales: serotonina, dopamina, endorfinas y oxitocina.
Estas sustancias trabajan de forma sinérgica; por ejemplo, una sesión de ejercicios aeróbicos puede elevar endorfinas primero y dopamina después, prolongando la sensación de bienestar.
El movimiento moderado y sostenido es la vía más efectiva y segura para liberar endorfinas y estimular dopamina y serotonina. Procura alternar actividades aeróbicas y de bajo impacto para mantener el hábito sin riesgo de lesiones.