pedía patear uno más, al igual que Franco Armani



Platense pisó fuerte en el Monumental y River quedó eliminado del Torneo Apertura por la vía de los penales, un karma histórico para los de Núñez y que en el equipo de Marcelo Gallardo parece ser un estigma: lleva ocho definiciones seguidas con derrota. Al Muñeco le van tan mal que hasta le cuesta contarlos. ¿Cómo es eso?

El Millonario sabe que llegar a los penales implica quedar cuesta arriba, incluso en la noche del martes, cuando el empate se dio en forma tan agónica como polémica, gracias a los groseros errores arbitrales de Yael Falcón Pérez. El Calamar pudo dejar atrás la bronca por el 1-1 de Franco Mastantuono y se desquitó en los remates desde los doce pasos, cuando la justicia divina le devolvió la felicidad a la visita.

La historia había empezado bien para River. Franco Armani atajó el penal de Juan Ignacio Saborido, demostrando que los de Gallardo ya ni siquiera aprovechan que su arquero les da herramientas como para imponerse en las tandas. Porque luego se le dio vuelta la taba: Kevin Castaño reventó el palo derecho de Juan Pablo Cozzani, Sebastián Driussi pateó muy débil en dirección al 1 de Platense y el rubio Ignacio Schor sentenció la victoria.

Festejó Platense por el batacazo pero la primera reacción de Gallardo fue de confusión: en realidad, no fue el único que perdió la cuenta en medio del griterío de los de marrón en un Monumental que se entregaba al silencio de la derrota. El arquero Cozzani dudó, tal como reconoció más tarde, y tuvo que preguntarle a Armani si había terminado la serie. El arquero de River escuchó a su colega y fue a preguntarle a Falcón Pérez, por las dudas.

La incidencia que confundió a todos fue responsabilidad del Pulpo: un rato antes le había atajado un remate a Franco Zapiola pero el VAR por fin mostró imparcialidad y detectó que el campeón del mundo se había adelantado unos cuantos centímetros, por lo que el mediocampista de Platense tuvo la chance de volver a patear y convirtió. Ese pequeño episodio desconcertó también al cuerpo técnico de River.

En el banco de suplentes del equipo local, Gallardo hacía señas en dirección al arco de la definición, consultando si no faltaba un penal más, el mismo gesto que detrás del técnico leyenda hacía su ayudante, Mastías Biscay. Pero la suerte ya estaba echada, y River le decía adiós a un torneo que tenía al alcance de sus manos: en caso de pasar, recibía a San Lorenzo en una de las semifinales, y luego le tocaba Independiente o Huracán en Santiago del Estero. Seguirá en cero la cuenta del segundo ciclo del Muñeco, al menos por ahora.





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