No se olvida más. Ni él, ni los que lo vieron. Alberto Federico Acosta, el Beto, camina tranquilo, con esa paz del que ya consiguió todo. Es uno de los grandes goleadores que tuvo San Lorenzo, aunque su vida, como su juego, fue mucho más que un área. El tipo que conoció a su mujer a los 17 y no la soltó más. El que cumplió el sueño de su viejo levantando la Copa América con la Selección del Coco Basile. El que se trenzó a brazo partido con Bermúdez, Ruggeri y Sotomayor en duelos que eran de otra época. El que vio a un pibito llamado Cristiano Ronaldo en Lisboa. El que superó un cáncer como si fuera otro central áspero y se calzó la del Showbol para tirar paredes con Maradona. El Beto tiene goles, batallas, cicatrices y memoria. “Levantar la copa con la Selección es el sueño de todo jugador de fútbol”, dice. Y se le nota: no habla de fútbol, lo revive.
Hoy anda por los pasillos del predio de Real Pilar como si fuera su casa, con botines simbólicos: es el director deportivo del club y, desde el año pasado, fundó su propia academia de fútbol que lleva su nombre. Recibe a Clarín con una sonrisa y la misma mirada que tenía cuando aguantaba la pelota de espaldas. Y no hace falta ni preguntar: arranca solo, porque el Beto es así. Un delantero que no se olvida y uno que tampoco se deja olvidar.
-¿Cómo se dio tu llegada a San Lorenzo?
-Jugaba en mi pueblo, Arocena, con amigos, pero nunca me había ido a probar a clubes y toda la gente le decía a mi papá, que tenía que ir a probarme porque veían que podía ser un buen jugador. Justo se da que jugamos contra Unión de Santa Fe, y me llevan a los 17 años, ahí empezó mi carrera: jugué dos años en Unión y si bien no nos fue bien a nivel equipo, ya el primer año se nombraba al Beto Acosta y en el segundo año, me compra un grupo de inversor para llevarme al fútbol grande de Buenos Aires. Aparece el Bambino Veira con San Lorenzo, con los matadores que justo habían clasificado a la Copa Libertadores en el año 88 y fue ahí la explosión más grande que uno puede sentir como jugador.
-En solo tres años pasaste al mundo de un club grande. ¿Te sentías mentalmente preparado?
-Yo creo que nadie está preparado para eso. Hoy el jugador de fútbol tiene muchas más herramientas para estar preparado, porque existe el psicólogo, y el nutricionista. En esa época, no existía nada de eso. Nosotros teníamos que manejarnos con los valores que nos daban nuestros padres y con los que nos enseñaban en los clubes como Unión. Para mí fue un cambio muy grande que me costó mucho, de un pueblito de 2.000 habitantes a venir a la capital. Yo llegué en agosto del 88 y en diciembre tomé la decisión de casarme con mi señora, porque si no me casaba, si no me ordenaba a nivel familiar, todo iba a ser muy difícil. Hoy llevamos 36 años de casados. Yo creo que el futbolista tiene que estar muy estable emocionalmente, porque se necesitan cuidados importantes.
-¿En qué etapa de San Lorenzo fuiste más feliz?
-La última etapa es donde disfruté más porque estaba más grande, sabía qué me iba a retirar, y porque la gente vivía una idolatría con el Beto Acosta, que realmente me lo hacía sentir todos los días. Y no hay duda que haber salido campeones en la última etapa también redondeó todo, algo espectacular, porque no había podido lograr un título con San Lorenzo en las tres primeras etapas y lo logré en la última. Fueron dos años y medio que disfruté el fútbol como no lo había hecho nunca.
-¿Y la que más sufriste?
-La tercera etapa fue la que más sufrí. A la vuelta, después de haber pasado por Boca, me costó muchísimo enamorar otra vez al hincha de San Lorenzo. Fueron tres meses que la pasé muy mal, con insultos todo el tiempo. Pero bueno, sabía de qué los goles son amores y Acosta era sinónimo de gol y lo pude dar vuelta.
-¿Qué pensás de la situación de Moretti?
-Me duele la situación institucional del club. Para hablar hay que estar ahí adentro, porque se hablan muchas cosas. Yo puedo hablar por lo que se ve, por lo que se dice, pero me duele la situación. Primero porque sufre el hincha, y sufren los jugadores también. No hay duda de que va a tener que haber un cambio muy grande. Me hice hincha y estas cosas no me gustan porque yo las viví todas ahí adentro y también durante mis etapas tuve momentos donde no la pasé bien, no cobrábamos.

-¿Estuviste muchos meses sin cobrar en el Ciclón?
-San Lorenzo es un club espectacular, pero institucionalmente siempre ha tenido inconvenientes. En mi etapa la vivimos también y no la pasamos bien, las cuatro etapas tuve problemas. Creo que la mayoría de los clubes lo tienen y hay que adaptarse. Yo digo siempre que a veces se toman decisiones apresuradas. Hoy los chicos toman una decisión a lo mejor de no entrenar o hacer un paro. A veces es beneficioso, pero también no beneficia al jugador porque no siguen entrenando, y juegan cosas importantes. Son decisiones muy personales.
-¿Te contactó esta dirigencia?
-Los conozco a todos. Estando tantos años en el club, conozco a Marcelo Moretti, Lopardo, a todos porque fueron siempre dirigentes y yo estuve ahí. Nunca me involucré más allá de haber estado un par de años cuando estaba Marcelo Tinelli, que nos llevó a la Secretaría Técnica. A lo mejor soy incrédulo o las cosas pasan por algo, y como hincha de San Lorenzo, yo creo que piensan que hacen lo mejor. Pero bueno, a veces cuando estás adentro, todo eso te viene encima y se hace muy difícil manejarlo.
“Cuando pasé a Boca, mi mamá estuvo una semana y media sin hablarme”
La decisión ya estaba tomada. O eso creía. El “Beto” Acosta se había ido de vacaciones con la valija casi cerrada rumbo al Atlético de Madrid. Pero cuando volvió, no había pasajes a España: lo esperaba Boca. El pase fue un terremoto: el segundo más caro después del de Maradona. El Beto, ídolo azulgrana, cambiaba de vereda. Y el hincha explotaba. “No pensé que se lo iban a tomar tan mal”, dice. Y duele más si encima tu mamá te deja de hablar porque en casa eran todos de fanáticos de River.
-¿Qué te llevó a vestir la camiseta de Boca?
-Son decisiones, mi pase estaba casi arreglado con el Atlético Madrid. El presidente Fernando Miele me había dicho eso. Me voy de vacaciones y cuando vuelvo estaba todo arreglado con Boca.
-¿Por qué se cayó el pase al Atlético?
-No lo sé. Según el presidente, era porque no habían llegado a un acuerdo económico y en ese momento, el arreglo con Boca era muy beneficioso para el club porque San Lorenzo no tenía estadio y con esa plata, que fueron casi 3 o 4 millones de dólares, hacían medio estadio. Fue el segundo pase más importante en el fútbol argentino, después del de Diego.
-Hoy, si el jugador no quiere ir a un club no va. ¿En esa época también era así?
-Yo creo que sí. En ese momento, pensé en el bien del club, no pensé que lo iban a tomar tan mal. Pero después te das cuenta de que eras ídolo de verdad, porque a lo mejor si pasaba con un nombre que no le interesaba al hincha no pasaba nada. Pero en ese momento, el presidente me dijo que era muy bueno, y que no me podían mantener. Estuve poco tiempo en Boca, pero la repercusión fue muy fuerte.
-¿No te arrepentís de haber ido?
-Arrepentir no. Yo creo en todos los pasos que uno da, es consciente de qué es lo mejor, después, si te van bien o mal las cosas, no sabés. Yo estuve muy poco tiempo en Boca, tuve un año y dos meses y no me fue bien. Y no puedo decir de que me arrepiento de eso porque cuando tomé la decisión para irme estaba todo bien, pero después a nivel futbolístico no me fue bien.
-¿Por qué no te fue bien?
-Porque son etapas del futbolista. Yo creo que la gente de Boca se acuerda muchísimo porque le hice muchos goles a River en los clásicos, pero a mí no me alcanzaba eso. Yo venía de ser campeón de la Copa América en el 93 y Boca cambió de técnico; llegó Jorge Habegger, se fue el Maestro Tabárez, después llegó Menotti. Eran muchos altibajos que tenía el club, los jugadores, el equipo. Y bueno, yo tomé la decisión después de irme a Chile, quería cambiar de aire.
-¿Es verdad que tu mamá no te habló cuando pasaste a Boca?
-Sí, es verdad porque mi familia es muy fanática de River. Yo cuando era chico era de River también. Cuando estaba en San Lorenzo no pasaba nada, pero cuando pasé a Boca, mi mamá estuvo una semana y media sin hablarme. Ella no podía creer que yo pasara a Boca siendo toda la familia de River y tuve que hacerle entender de que era profesional. Después lo entendió porque mi hermano, mi papá, todos le hicieron entender que no tenía nada que ver con que ella sea hincha de River, sino que fue una decisión personal. Lo mismo con mi hermano Sergio, que es muy fanático de River, fue a la cancha cuando yo le hice los goles a River y no le gustaba, pero ellos querían lo mejor para mí. No los habrán gritado seguramente.
-¿Y ahora de quién sos hincha?
-Se te fue el fanatismo por River…
-Cuando llegué a Unión, se me fue el hincha de River. Al ser de un pueblo muy chico no vivíamos tampoco ese fanatismo que se vive a lo mejor acá en la Capital, o lo mismo en Santa Fe. No era un fanatismo tan grande. Cuando llegue a Unión, ya era matarme por la camiseta de Unión. Y después esas cuatro etapas en San Lorenzo me hicieron hincha por todo lo que viví, por todo lo que uno pasó, las buenas, las malas, como son mis dos hijas, pero mi hijo más grande es de River.

“Como goleador, no quedé satisfecho con mi paso por la Selección”
Habla de la Selección y se le mezclan el orgullo y la espina. Alberto Acosta cumplió el sueño de cualquier pibe: se puso la celeste y blanca, compartió vestuario con Maradona, Batistuta y una camada inolvidable, y levantó la Copa América en 1993. Pero el Beto, que dejó goles por todos lados, todavía se guarda algo atragantado de esa etapa.
-¿Cómo definirías tu paso por la selección?
-El sueño de todo jugador de fútbol. Cuando estaba en Unión ya me metía en la cabeza que quería jugar en la Selección. Pero si hablamos a nivel números, difícil. Es decir, fue una etapa maravillosa, compartí con jugadores extraordinarios como Batistuta, Ruggeri, Goyco, Redondo, el Cholo Simeone o el número uno, Diego, que jugamos un par de partidos. Una banda hermosa donde pudimos salir campeones de la Copa América. Pero con pocos goles. Jugué 22 o 23 partidos en tres años e hice pocos goles. Como goleador no quedé satisfecho para nada. Me llevó Alfio Basile en el año 92 y estuve el 92, 93 hasta la última etapa del Mundial, que fue cuando quedé afuera.
-¿Por qué quedaste afuera del Mundial de Estados Unidos?
-Creo que perdemos ese partido con Colombia 5 a 0 de local y ahí quedamos seis, siete jugadores afuera de ese grupo que veníamos de ser campeón de la Copa América. Basile tuvo que elegir, pero siempre digo que la culpa fue mía, porque si yo hubiese seguido haciendo goles a nivel Selección quizás hubiese jugado el Mundial. En esa etapa, estaba en Chile y hacía dos goles por partido. Pero a nivel Selección no había rendido.
-¿Te enojaste con Basile?
-No, casualmente el mismo representante de Basile era mi representante, Cacho Recasens. Y jamás se me cruzó por la cabeza decirle a mi representante que le pregunte a Basile por qué no estuve. Uno aprendió desde chico que se lo tiene que ganar. Había otros jugadores mejores. Quizás si hubiésemos clasificado y no hubiésemos jugado el partido con Australia quedaba un grupo armado, pero después de perder 5 a 0 hubo un cambio, un antes y un después para varios jugadores.
-Con parte de esa camada jugaste al Showbol; ¿Qué recordás de esos años?
-Fue maravilloso. Viví un par de años con el más grande, Diego Maradona. Una etapa en donde sin presiones, íbamos a todas las provincias, afuera también. Y vivimos cosas espectaculares con Diego, pudimos conocerlo más en profundidad. Estoy hablando de jugadores como Almeyda, Goyco, Ruggeri, Redondo, Mancuso, que eran de nombre también pero ahí nosotros éramos jugadores normales que podíamos salir a la calle e ir a tomar un café a un bar cuando íbamos a las provincias. Y Diego no lo podía hacer. Ahí nos dimos cuenta realmente lo que sufrió toda su vida futbolística y que le debe pasar también a Lionel Messi.
-¿Algún momento que te haya marcado?
-Cuando fuimos a jugar una vez a Cancún, estábamos en un hotel cinco estrellas. Almorzamos y bajamos a la pileta y todos decíamos; “Tiene que venir, Diego” y Diego no podía bajar porque había 60 personas que lo esperaban. Cada dos horas teníamos que ir a la habitación a tomar mate con él para hacerle compañía. Siempre nos pasaba lo mismo con él, porque no podía salir a la calle, como lo hacíamos normalmente nosotros.
-¿Cómo eran esas concentraciones?
-Diego aprovechaba los almuerzos o las cenas para poder estar dos horas tranquilo con nosotros, después se tenía que ir a su habitación. Y estábamos dos horas, hablando todo el tiempo con él, contando anécdotas. Éramos 12, 13 jugadores. Una etapa inolvidable, eso te lo da el fútbol, nada más. Jugamos un montón de partidos contra Brasil, Colombia, Chile y eran a muerte, más como lo hacía Diego. Teníamos un técnico, pero la arenga antes de entrar a la cancha era la de Diego, que hasta hoy no puedo entender que sea tan ganador este tipo. Era un partido para disfrutarlo y no, te metía que era la final del mundo.
-¿Hablaste con Diego los últimos años?
-No, lo crucé un par de veces, nada más. Lo saludé porque la verdad que siempre tuvimos una linda relación. No de amistad, por supuesto, pero siempre un respeto muy grande porque yo lo amaba a Diego y después me dio mucha tristeza sus últimos años. Ese no era el Diego que conocía.
-¿Lloraste por el fútbol?
-En Chile me decían el duro, porque parecía que todo el tiempo estaba enojado, después que dejé el fútbol me puse muchísimo más sensible y más pasando los años. Siendo jugador cuando perdiste un campeonato o mismo por haber quedado fuera del Mundial. Ahí lloré, pero porque era mi sueño estar en un Mundial. Me echaba mucho la culpa, que no había hecho más, fue una etapa muy dura.

El momento más difícil de su vida
Hay golpes que no se ven venir. Ni con toda la experiencia, ni con mil partidos encima. En 2011, la vida le jugó un giro inesperado al “Beto” Acosta. Él, que había gambeteado defensores y momentos difíciles, se encontró cara a cara con algo complicado de verdad. Lo cuenta ahora, con la serenidad de quien ya pasó la tormenta, pero con la lucidez de quien no olvida.
-¿Sufriste un episodio de salud?
-Sí, nunca pensé que me podía pasar porque nunca sufrí nada como futbolista. Nunca me habían metido en un quirófano. Y en 2011, apareció que tenía un tumor. Cuando me dijeron que tenía cáncer, fue el golpe más duro que me dieron. El médico me dijo: “Si tenía que elegir alguno era el de tiroide, que te sacamos todo y ya está, seguís la vida normal con una pastillita todos los días”. Y fue así, tomé una decisión que fue durísima porque en ese momento pensé lo peor. Ahora llevo vida normal, con chequeos, pero fue una etapa, que yo digo que pasó por algo. Porque a veces ser jugador de fútbol y dejar de ser jugador de fútbol no es fácil. Hay una persona que se muere dos veces y es el jugador de fútbol: se muere cuando deja de jugar y después morís por la vida misma.
-¿Te costó hacer el duelo?
-Sí, me costó. Pensé que lo tenía superado, pero no. A medida que pasan los años te das cuenta de que no hay cosa más linda que ser jugador de fútbol y te da vuelta la cabeza. El otro día yo lo escuché a Caniggia y decía lo mismo. Me costó, por eso digo que a lo mejor repercutió de que haya salido el tema del tumor, pienso que podría haber sido por eso.
-¿Te sorprendió algún llamado de alguien del ambiente del fútbol?
-No, porque no lo di a conocer. Los amigos cercanos y familia, nada más. Un periodista de Chile se entera y me dice que lo tengo que dar a conocer porque no es lo mismo la palabra de uno, que puede ayudar a muchísima gente. Y bueno, yo no lo miraba por ese lado, yo lo miraba como que era algo mío, y me lo comí solo. Después sí, recibí muchísimos llamados, compañeros que hacía un montón que no los veía o no los escuchaba. Mucha gente se puso a disposición, después de casi un año que había pasado todo. Y me quedé tranquilo porque me hicieron sentir que soy querido en el ambiente.

Su etapa en Sporting Lisboa con Cristiano Ronaldo de alcanzapelotas
Aterrizó en Lisboa con una mochila cargada de experiencia y una cuenta pendiente con el Viejo Continente. Lo que pasó después superó cualquier pronóstico. Pasaron más de dos décadas, pero su nombre sigue vivo, pegado a una camiseta y a una historia que rompió una racha eterna. “Fueron dos años y medio maravillosos”, dice el goleador.
-¿Sporting Lisboa fue una revancha en el fútbol europeo para vos?
-Sí, lo de Sporting fue la revancha con Europa, con mi primer pase en los años 90, cuando fui al Toulouse, Francia, que no me había ido bien futbolísticamente y era como que necesitaba una revancha con Europa y me llegó de grande a los 32 años. Si bien estaba en mi mejor momento, era raro que un jugador de esa edad pudiera ir a Europa y tuve dos años y medio maravillosos. Salimos campeones después de 18 años y la gente me adoptó como un ídolo más, no solo por los goles, sino por la forma de cómo luchaba, las ganas que le ponía.
-¿Te costó la adaptación?
-Sí, los primeros seis meses me costó porque yo llegué lesionado y quería jugar. Fue error mío querer jugar lesionado, pero después lo di vuelta y pudimos lograr el título y quedar en la historia del club.
-¿Ahí lo conociste a Cristiano Ronaldo?
-Cuando estaba en primera, Cristiano Ronaldo era un pibito alcanzapelotas de 15, 16 años. Lo veíamos porque ellos practicaban en dos canchas al costado, cerca de donde entrenábamos, y se hablaba muchísimo de Cristiano Ronaldo, de que iba a ser él la gran figura del fútbol portugués. Pero bueno, era muy chico en esa etapa. Justo vivió la etapa donde salimos campeones. Tengo un amigo, Gabriel Heinze, que jugó con él en el Real Madrid y me contaba que Cristiano le decía que vivió toda la euforia de nuestro equipo, eso fue muy fuerte para el club y si hoy le preguntan a Cristiano o a cualquier jugador de esa etapa, se van a acordar de ese equipo don grandes jugadores.

“No me siento capacitado para ser entrenador”
Alberto “Beto” Acosta sabe exactamente dónde quiere estar. Y también, dónde no. Le ofrecieron dirigir, lo tentaron más de una vez, pero él no duda: “No me gusta ser entrenador”, dice sin vueltas, y al mismo tiempo confiesa que Manuel Pellegrini lo marcó en su carrera. Prefiere otro rol, uno más cercano. Hoy es director deportivo de Real Pilar, camina el predio con el deseo de acompañar a los que recién empiezan. Habla con los chicos, escucha, aconseja. Por eso, abrió la academia de fútbol que lleva su nombre y tiene más de 200 chicos.
-¿Que té convenció para aceptar ser director deportivo de Real Pilar?
-Lo conozco mucho al presidente de años, César Mansilla, que me hizo cumplir uno de los grandes sueños en el fútbol, que fue jugar al fútbol con mi hijo cuando él estaba en Fénix y yo estaba como mánager del club. Volví a ponerme los cortos a los 41 años y jugamos cinco o seis partidos oficiales con mi hijo y fue la cosa más maravillosa que me pasó. El año pasado me convocó para Real Pilar, un club nuevo y la verdad que fue un año muy lindo, ascendimos a la B metro. En 2025, me corrí un poquito, porque tengo mi propia academia en el mismo predio. Hoy me siento realizado, feliz porque no le enseñamos solo a patear una pelota, sino valores como el compañerismo.
-¿Cómo se explica el enorme crecimiento que tuvo Real Pilar los últimos años?
-Yo creo que por el orden. En el fútbol, el 70% es culpa de lo que hacen los jugadores. Después tiene que estar el orden, esas tres patas que son entrenadores, dirigentes y jugadores de fútbol, siempre bien relacionados. Y en ese sentido Real Villar es un club ordenado, que tiene un futuro terrible. Me gustó la idea y traté de ayudar. Creo que salió mejor de lo que pensaban los dirigentes. Se logró un ascenso siendo campeón invicto, que nadie esperaba.

“La dupla con Gorosito fue lo más maravilloso que nos pasó”
Alberto “Beto” Acosta y Néstor “Pipo” Gorosito se conocieron en San Lorenzo y desde el primer pase entendieron que estaban hechos el uno para el otro. Estuvieron juntos en San Lorenzo, Universidad Católica y Yokohama Marinos. Uno pensaba, el otro resolvía. Y entre los dos tejieron una de esas conexiones que quedan grabadas en la memoria del hincha. Pasaron los años, los caminos se abrieron, pero el Beto todavía lo recuerda.
-Adentro de una cancha, ¿Pipo Gorosito te entendió como nadie?
-Gorosito ha sido lo más maravilloso, que nos pasó mutuamente. Nunca vi un jugador de fútbol tan brillante, sacando los extraterrestres de Messi y Maradona. Nos servíamos los dos: yo necesitaba que me diera esos pases maravillosos de 40 metros, y el tipo necesitaba que un jugador se moviera como yo me movía, hacer las diagonales, pedirla, engañar a los rivales. Desde el primer día que nos vimos en San Lorenzo parecía que nos conocíamos desde muy chiquitos y nunca lo había visto.
-¿Se hicieron amigos fuera de la cancha?
-En esa etapa éramos muy amigos. Después, como él siguió siendo entrenador y yo me abrí del fútbol, es como que la relación se enfrió, pero nos llamamos para los cumpleaños, es un gran compañero, pero no amigo que lo veo todo el tiempo como me pasa con el Coco Capria. Cuando estaba en Colón, yo siendo de Unión, nos cargábamos. Ahora se fue a Perú y siempre felicitándolo, porque ha hecho una carrera extraordinaria. Fue el último técnico que me dirigió a mí. Me puteó todo el tiempo porque me retiraba, me decía que podía haber seguido, pero era por la gran relación que teníamos.