La abstención o los sonidos del silencio
El Gobierno nacional revisa los efectos del resultado de las elecciones porteñas. Su futuro inmediato depende de que entienda qué hubo detrás del escaso respaldo que logró su candidato Adorni -30% de los votantes, 15% de los empadronados-. Tiene que sacar otra pelota del arco: el fracaso de la teoría del podio después del resultado porteño.
La teoría del podio sostenía que el ganador de una elección legislativa era la lista o el candidato que sacaba más votos. Fue una manipulación publicitaria, como todo producto de la democracia popular de mercado, que asienta sus axiomas en las conclusiones siempre provisorias de gurúes, publicistas, campañólogos, encuestadores, asesores y asesoretes.
La derrumbó la abstención, que alcanzó al 47% de los habilitados a votar. En política hay que saber escuchar los sonidos del silencio. Lo dice la canción de la Sra. Robinson: “Mi manera de pensar/ La oigo hablar/La escucho en el silencio” (versión de Sergio Denis de “The Sounds of Silence, original de Paul Simon, el socio de Art Garfunkel).
Habló la mayoría silenciosa
La ausencia al voto es el fenómeno el más importante del año electoral. Este cisne negro que le apareció a Milei expresó el rechazo de una mayoría silenciosa, lema, que popularizó Richard Nixon en su campaña exitosa de 1969.
El 75% de los porteños esquivó el apoyo a Milei, el presidente que surgió de CABA, que concentra su proselitismo en el distrito y cuyos productos publicitarios están dirigidos deliberadamente a las vocerías del cable que le militan a repetición las 24 horas del día.
La diferencia de esta mayoría silenciosa y la de un país como Estados Unidos, donde el voto es voluntario, es que quienes no votaron el domingo en CABA han tenido en los últimos 20 años una identificación mayoritaria con la agenda de lo que fue Cambiemos.
En EE.UU. hay bolsones de votantes que se apartan en masa en algunas elecciones, pero que se movilizan en otras cuando la oferta se identifica con ellos. El peronismo mantuvo su electorado de siempre, entre 25% y 30%. El resto se abstuvo quizás al ver a sus potenciales representantes despedazándose entre las listas del PRO, el mileísmo, la Coalición, el radicalismo.
Una modesta tormenta en un vaso
Este hecho pone en emergencia todas las estrategias del oficialismo. El recuento globular puso en el límite la capacidad de atracción de Milei y su vocero hacia los votantes más informados del país, que redujeron las consignas del cambio cultural a una modesta tormenta en un vaso.
En las anteriores elecciones este atractivo fue imperceptible, salvo en la capital de Salta, en donde el olmedismo se disfrazó con astucia de libertario (como antes lo había hecho con el PRO) y ganó las elecciones a convencionales municipales.
De todas las elecciones, la única marca la registraron en el Chaco, en donde el mileísmo se pegó a los radicales que gobiernan allí, con la condición de que la coalición del gobernador Zdero eliminase al PRO de las candidaturas.
El demagogo arriesga mucho
La apelación pública de Milei se inspira en la demagogia, descripta como un mal de la república desde la antigüedad. El demagogo emula el fanatismo de las multitudes en fondo y forma. Profiere argumentos que cree halagan a su militancia encendida. Agita los brazos desde el escenario buscando una identificación capciosa que amplíe los márgenes de la arbitrariedad.
El demagogo cree que esa identificación lo salvará del juicio. En su entusiasmo por el autobombo y el culto a su personalidad olvida de que es la multitud quien lo enterrará. Galdós, que lo sabía todo, describió el peligro que corre el político que imita a la multitud para manipularla. “Con este animal -escribió en “Napoleón en Chamartín” – no se juega. Es como el toro que tanto divierte, y de quien tantos se burlan; pero que cuando acierta a coger a uno, lo hace a las mil maravillas”.
La cita llama a la reflexión sobre si el rechazo de los porteños a las consignas mileístas lo fue también a los modos herministas (quemar el cajón en el cierre de las elecciones de 1983, guglear), de subirse desencajado al escenario, el uso de palabrotas y grosería, el desprecio a las ñoñas formalidades republicanas y también al insulto a los medios de prensa. Esta forma de apelar al electorado tampoco recibió apoyo en estas elecciones.
Fracasó la teoría del podio
La fracasada teoría del podio ignora que la de CABA fue una elección legislativa: debe medirse por el producto final que justifica su existencia, es decir, la formación de mayorías en los cuerpos legislativos. En la Argentina semiparlamentaria que nació con la reforma constitucional de 1994, las elecciones de 2025 deben leerse como una elección parlamentaria al estilo europeo. Ganará quien logre integrar las colectividades -bloques, interbloques, entendimientos legislativos- que permitan asegurar el control de la legislatura.
El palo en la rueda
El golpe electoral del domingo logró mitigarlo el Gobierno el miércoles con el triunfo pasajero de dejar sin quórum la sesión de Diputados. La agenda de esa convocatoria fue enfrentada por el oficialismo como un intento de golpe de estado. Juntaba dinamita con veneno: mejora de jubilados, integración de comisión investigadora del gobierno por el CriptoGate y designación de nuevos auditores.
El Gobierno probó que lo que mejor le sale en el Congreso es meter palos en la rueda y volvió a salvar la ropa. Capturó la voluntad de los gobernadores amigos y la del PRO al que tienta con algún entendimiento electoral en Buenos Aires. Metió el cuchillo en internas ajenas.
En el peronismo despertó el rechazo de quienes no estaban de acuerdo en designar como auditores al cristinista Juan Forlón y a Emilio Monzó, de Encuentro Federal (a quien recelan por la cercanía improbable a Sergio Massa). El Gobierno aprovechó otra vez las inquinas del peronismo del interior hacia el peronismo del AMBA.
En el radicalismo explotó el apoyo del partido a Mario Negri para asumir en la auditoría. El jefe del bloque, Rodrigo De Loredo, justificó la negativa del bloque en la defensa de la chance de Negri, a quien reivindicó como uno de los legisladores más importante de su tiempo.
Inteligencia artificial
El oficialismo de la cámara logró desbaratar la sesión con un misil de inteligencia artificial para que funcionase como tapón del debate sobre la auditoría. La iniciativa retrotrae la AGN a la letra del proyecto original que mandó Domingo Cavallo siendo ministro de Carlos Menem. Era un artículo de la ley de Administración Financiera de 1992. Como el proyecto que firma Martín Menem, el formato original preveía un solo Contralor General -hoy sería Auditor General- acompañado de un Contralor Adjunto.
Esta iniciativa de Menem crea un Auditor General con seis adjuntos loteados según la representación legislativa. Parece inviable, porque ignora la cláusula constitucional de la designación del presidente y le quita un representante al Senado. Nadie asume la autoría de este proyecto: Martín no es un experto en esas cuestiones. Tiene el título de abogado, pero ha preferido dedicar sus mejores años a la producción de pienso para patos vica, un arte que es también una ciencia diría su tío presidente.
Del tapón al DNU
El proyecto tiene la intención de trabar la discusión de nombres, que está detrás de los debates sobre la AGN, la Corte, la procuración, las defensorías, etc. Los gobiernos se niegan a ceder poder en el debate de nombres y eligen estos meandros legales de reformar instituciones para para suplir los consensos que les pide la Constitución.
Este proyecto tapón, presumen algunos, es la antesala de un DNU del Gobierno para imponer la auditoría unipersonal que soñaron Menem y Cavallo, y saltarse lo que impusieron la ley (que fuera un organismo colegiado con representación política) y la Constitución (que el presidente perteneciese a la oposición). Hasta el 8 de julio el Gobierno tiene facultades delegadas para estas ocurrencias.
Se activa el triángulo
Por debajo de las rispideces de superficie, prosperan las charlas de alcoba que aseguran compromisos profundos. El triángulo de hierro del Congreso ya tramita anudamientos que van más allá del proselitismo que todo lo encubre. Ese triángulo, que integran Juan Carlos Romero, José Mayans y Miguel Pichetto, ha habilitado en las dos cámaras del Congreso el diálogo para ampliar la Corte de 5 a 7 miembros y a modificar la Auditoría General de la Nación para bajar los años de mandato y ampliar el número de los auditores.
Una prueba es la convocatoria para esta semana de la Comisión de Asuntos Constitucionales del Senado, en donde se tratarán los proyectos de Romero y Mayans para esas dos cuestiones que, seguramente, otros tuneleros conversan con menos estridencia.
Aprueban gastos de Macri
Habrá otra prueba el jueves, cuando sesione la Comisión Bicameral Revisora de Cuentas, que tiene en consideración ejecuciones presupuestarias de anteriores gobiernos. La preside Miguel Pichetto, que ha asegurado una mayoría en esa comisión, que le aprobará la ejecución de 2018 a Mauricio Macri.
Fue el año de la economía horrible de Juntos por el Cambio, con el acuerdo con el FMI y la gestión que llevó en 2019 a una virtual declaración de default -encubierto entonces con el eufemismo de “reperfilamiento” de la deuda-. Esa rendición de cuentas de Macri llega con dos dictámenes contrarios. Uno, del peronismo, que rechaza la rendición. Otro, del sector no peronista de la AGN que lo aprobó “con observaciones” cuando estaba en la plenitud de su integración.
Como ocurrió con la rendición de 2017, este jueves esa aprobación se ratificará con los votos de la mayoría con la que cuenta en la Bicameral la bancada no pejotista. Más allá de los revoleos verbales que se cruzaron macristas y mileístas en las elecciones porteñas, sonríen con tranquilidad no sólo Macri sino sus exfuncionarios, que lo son de este gobierno -Caputo, Bausili, Sturzenegger-. También los exfuncionarios como Hernán Lacunza y Nicolás Dujovne, que animan la corte del expresidente en el llano, que es como un exilio.
Una floja sustentabilidad
El ciclo de los dos primeros años del actual gobierno fuerza a un replanteo que asegure sustentabilidad. El Ejecutivo de Javier Milei nació del balotaje, que resolvió en su favor una mayoría ajustada de 56% de los votos contra el 44% del peronismo de Sergio Massa. Los votos de Milei no surgieron de los propios obtenidos en primera vuelta (29%), sino del 90% de los votos que había sacado Juntos por el Cambio (que quedó fuera del balotaje) y de un alto porcentaje de los sufragios obtenidos por Juan Schiaretti.
La debilidad del Ejecutivo que nació allí -sin partido, sin territorio, sin plataforma, sin funcionarios, sin legisladores- evidenció aún más la debilidad legislativa. En el primer año de su gestión, el gobierno de Milei ha podido subsistir por el apoyo de los bloques de la UCR, el PRO, y los propios que pudo crear La Libertad Avanza. La lección porteña del domingo lo obliga, si quiere futuro, a construir una nueva plataforma de sustentabilidad.