Murió Juan Ramón Verón, la Bruja, ídolo eterno de Estudiantes de La Plata, y padre de Juan Sebastián, el hijo que siguió el legado de gloria paterno hasta convertirse en presidente del Pincha. Falleció este martes 27, a los 81 años de edad y acompañado por su familia, tras pasar varias semanas internado en una clínica de La Plata en la que quedó internado por un problema renal.
Fue el club de sus amores el encargado de confirmar la triste noticia: “Estudiantes de La Plata comunica con profundo dolor el fallecimiento de Juan Ramón Verón, emblema indiscutido de nuestra historia, referente absoluto de nuestra identidad y símbolo eterno del compromiso, la humildad y la pertenencia que distinguen al Club”.
La muerte de la Bruja padre se da en un día muy especial: el Pincha juega por la Copa Libertadores como local ante Carabobo, de Venezuela, y se espera que la institución le dedique un homenaje al héroe que hace casi 57 se hizo leyenda en Old Trafford y lo hizo campeón mundial.
Acaso ahora, para los cantos populares en las canchas, aquel que coreaban los hinchas de Estudiantes den los años 60 suena suave, candoroso, ingenuo: “Si ve una bruja montada en una escoba, ese es Verón-Verón-Verón-Verón que está ….” (“de moda”, completaban algunos recatados y “de joda” gritaban las multitudes).
COMUNICADO OFICIAL
Estudiantes de La Plata comunica con profundo dolor el fallecimiento de Juan Ramón Verón, emblema indiscutido de nuestra historia, referente absoluto de nuestra identidad y símbolo eterno del compromiso, la humildad y la pertenencia que distinguen al Club.… pic.twitter.com/dNo8ulfleG
— Estudiantes de La Plata (@EdelpOficial) May 27, 2025
Pero define al personaje: era un ídolo. Y mucho más: la cuota de fantasía, y hasta genialidad, para un equipo que hizo historia, por sus resultados, por su prioridad a la táctica, la disciplina. Y muchas veces, prioridad a la rudeza en un tiempo donde el poder físico, fronterizo a la violencia, era más definitorio que la belleza propia del juego.
Para las generaciones más jóvenes “Verón” es Juan Sebastián, un futbolista de clase que tuvo sus grandes momentos, aquí y en Europa, y que hoy comanda a “su” Estudiantes de La Plata desde el puesto de presidente. Pero Juan Sebastián, la “Brujita” es el hijo de aquel Juan Ramón, el incontrolable puntero izquierdo, figura en el Estudiantes que se convirtió en el primero de los “no grandes” del fútbol argentino en llegar al título nacional. Y que de allí saltó a la escala internacional: tres Libertadores consecutivas, una Interamericana y una Copa Intercontinental, conquistada ante el Manchester United, el de Bobby Charlton, Dennis Law y George Best. Una hazaña. Y allí estaba Verón, siempre protagonista. Habilidoso y definitorio.
Fontanarrosa lo retrató así: “Lo imprevisto, lo intuitivo, lo sorprendente en Estudiantes recalaba más que nada en la Bruja Verón. Allí, en esa punta izquierda, que a veces era derecha, parecía terminar la táctica y comenzar la imaginación o el acaso. Tal vez menos táctico que los demás, quizá menos estratega, con una imagen algo menos intensa o atenta que compañeros como Bilardo (siempre gritando ordenando y gesticulando) Verón solía despertar de pronto para definir un partido imposible. De un arranque eléctrico y una gambeta rara y zigzagueante podía, como los personajes de los dibujitos animados, estirar la mano y traer de fuera de cuadro una jugada espectacular y definitoria. Pero no para convertir el cuarto gol de una goleada fácil o para describir una gambeta canchera frente a marcadores que ya han perdido las ganas, la fe y las ansias de vivir, sino para hacer el gol de la victoria o empatar el partido que parecía inalcanzable”

Juan Ramón Verón nació en La Plata el 17 de marzo de 1944. Sus padres -trabajadores, humildes- habían llegado de Corrientes en búsqueda de un futuro mejor. La madre era de Esquina, la misma ciudad de los padres de Diego Maradona. Pero el padre de Juan Ramón venía de Mercedes. En La Plata trabajó en un frigorífico, y luego se volvió a su tierra, para las cosechas. “Pasé una infancia difícil -recordó Juan Ramón- porque perdí a mi mamá a los once años, me quedé en la casa de unos tíos. Yo empecé a trabajar en el frigorífico Armour, entraba a las tres de la madrugada”.
Aún seguía trabajando allí a los 18 años, cuando ya había debutado en la Primera de Estudiantes. Ese debut se produjo contra Boca el 12 de diciembre de 1962: derrota por 4-0. Era un partido especial. Apenas una semana antes, Boca le había ganado a River en la penúltima fecha, el día del famoso penal que Roma le atajó a Delem y que prácticamente le dio el título. Y la goleada sobre la juvenil formación de Estudiantes era seguida por las celebraciones xeneizes, las primeras en ocho años…
Verón había llegado a las inferiores de Estudiantes. En una nota con Diego Borinsky en El Gráfico contó: “Nosotros jugábamos todas las tardes a una cuadra de mi casa, en la canchita de 25 de mayo. Y enfrente de la cancha paraba Juan Delgado, un ex jugador de Estudiantes, al que le dijimos que nos queríamos probar en el club. Fuimos varios chicos de acá y quedamos solo dos. A mí me gustaba jugar de 10, pero en esa posición estaba el Bocha Flores. Los técnicos de la Novena, Estela y Pedrillo, me preguntaron si me animaba a jugar de 11 y les dije que sí, lo único que yo quería era jugar”. También recordó que en aquella época de inferiores surgió su apodo. “Tenía el pelo largo y sobresalía por mi nariz… Entonces Huguito Mercerat, uno de mis compañeros me dijo ‘parecés una bruja’. Y quedó. Al principio, no me gustaba, pero me acostumbraba. Y una vez que te ponen un apodo, ya está, chau, queda”.
Recién retornó a la Primera en 1965 y a partir de allí se asentó. También Estudiantes se fue reorganizando. Una vez que asumió Zubeldía potenció a los que venían de inferiores (Verón y el “Bocha Flores” entre ellos), mantuvo a Raúl Madero en la zaga central y llegaron refuerzos. Entre ellos, Carlos Salvador Bilardo ya como definitivo “8”. Estudiantes había quedado al borde del descenso en las temporadas anteriores, pero su formación juvenil –apodada “La Tercera que mata”, que estaba entre las mejores del país- sería la base del gran equipo posterior: el arquero Poletti, Malbernat marcando el lateral izquierdo, otros recios defensores como Manera y Aguirre Suárez. Flores y Verón, por supuesto. “Una banda”, sintetizó la Bruja, que tuvo a Miguel Ignomiriello como DT al principio y luego a Zubeldía definitivamente.
“Zubeldía me dio libertad para jugar de la mitad para arriba. Compartía ataque con Ribaudo y Conigliaro, que eran 9 en sus equipos anteriores. Ellos ocupaban los espacios mientras yo me movía por donde quisiera. Me gustaba jugar por derecha, para enganchar y tener la cancha de frente, pero también me movía por el medio e izquierda. Lo que no me gustaba era bajar, llegaba hasta el medio y nada más, como una obligación… A mí me encantaba el mano a mano, encarar a los defensores, y si había dos, mejor, porque la tiraba entre ambos y se confundían entre ellos. Los pasaba por gambeta y por velocidad. Cabeceaba bastante, sobre todo por ubicación. Con el Bocha Flores sabíamos de memoria dónde tirar la pelota cuando uno de los dos desbordaba”.
Verón fue protagonista fundamental en aquel Estudiantes ganador, áspero, incómodo para cualquier rival. Primero llegó el título del Metropolitano 67, sentenciado en dos partidos clave: el 4-3 contra Platense en la semifinal (revirtiendo una desventaja de 1-3 y con un hombre menos) y el 3-0 sobre Racing –poco después campeón de la Libertadores y la Intercontinental- en la final en Boedo. Era la primera vez que un equipo “no grande” se quedaba con el título del profesionalismo argentino.

Estudiantes clasificó para la Libertadores del 68, que significó su primera conquista internacional, batiendo en la serie final al Palmeiras: allí Verón marcó goles en los tres partidos, incluyendo el 2-0 del desempate en el Centenario. Fue un hombre decisivo, como lo sería en casi todos los partidos trascendentes del Estudiantes multicampeón de la época. Por su audacia, su creatividad, sus goles y su habilidad.
Fue una época de duelos memorables y de pierna fuerte (con Racing, Independiente, Nacional, Peñarol y hasta el Santos de Pelé), en la cual el equipo de Zubeldía, siempre con la misma base, ganó tres Libertadores consecutivas (68, 69 y 70). Y también, su máxima conquista, la Intercontinental del 68, doblegando al Manchester United que lideraba Bobby Charlton, tal vez el más grande futbolista británico de la historia. Fue 1-0 para Estudiantes en la ida, en la Bombonera, con gol de Conigliario. Y 1-1 en aquella fortaleza llamada Old Trafford, donde Verón abrió el marcador y a los ingleses no les alcanzó con el empate, sobre el final, de Morgan.
“El gol en Old Trafford fue una especialidad de la casa. Osvaldo nos pedía que generáramos faltas cerca del área y con Raúl (Madero), que era el ejecutante, nos entendíamos de memoria. Y así fue, a los pocos minutos nos hicieron un foul sobre la izquierda y ese primer centro terminó en gol: Aguirre Suárez y Togneri se llevaron la marca, yo me metí por atrás y cabecée cambiándole el palo al arquero. Y… listo, ¡si a los rivales les costaba levantar un gol, imaginate dos! No nos llegaron a pelotear, no recuerdo jugadas de gol de ellos, más allá de la gran cantidad de centros que tiraron”, recordó Verón.

Estudiantes ya no podría retener ese título al caer ante el Milan en el 69 (un juego empañado por la violencia y el bochorno, con jugadores que terminaron presos como Aguirre Suárez) y ante el Feyenoord en el 70, que anticipaba la gran década de los holandeses.
Estudiantes forjó una mística ganadora. Pero más allá de los resultados, y del estilo o la táctica dispuestas por Zubeldía, también había un “clima de época”, que Verón describió así en la entrevista con Borinsky:
“Los duelos coperos eran durísimos. Tremendos, sí: con Racing, Independiente, Peñarol, Nacional, uno más duro que el otro. En la Copa del 68 a Independiente lo enfrentamos cuatro veces, en dos instancias, y le ganamos los 4 partidos. ¡La calentura que tenían! Y en la semifinal nos tocó Racing, tres partidos durísimos: nos ganaron 2-0, les ganamos 3-0 y fuimos a un desempate en la cancha de River que terminó 1-1 después de 120 minutos y pasamos por diferencia de gol. Esa noche hubo 4 expulsados que terminaron detenidos en Devoto: Aguirre Suárez y Togneri de nuestro lado; Basile y Chabay de Racing… En la cancha de Independiente, a mí una vez me dieron una piña de atrás, en un corner, y nunca supe quién había sido. Por supuesto que no me caí, para no darle el gusto, pero después estuve una semana sin poder abrir la boca, con conmoción cerebral. Nacional era durísimo, estaba el negro Cococho Alvarez, Montero Castillo, no, eran batallas campales. Ubiñas me respiraba en la nuca, terrible… Pero no te podías asustar, porque tus compañeros mismos te estaban empujando y no te dejaban arrugar”.
Por su misma táctica y por distintas “picardías” a aquel Estudiantes, sus detractores lo llamaron el “antifútbol”. Pasado mucho tiempo y todo más calmo, Verón lo relativizó así: “Eran picardías de Bilardo y de nadie más, como las alfileres o la tierra en los ojos. Un poco molesta, sí, ¿pero qué vas a hacer? Contra eso no se puede. Lo que veo es que no perdíamos casi nunca, costaba mucho que nos ganaran, que nos crearan situaciones, por algo ganamos tres Libertadores seguidas y fuimos finalistas de una cuarta, ganamos un campeonato y fuimos finalistas en otro, o sea que el equipo algo tenía”. Y recelaban por aquellas críticas. “Al principio éramos un equipo simpático, humilde; después, cuando los grandes no nos podían ganar y no éramos negocio para nadie, a los medios no les gustó un carajo y dejamos de ser simpáticos y humildes”.
El “Bambi” Flores, por entonces el juvenil arquero que iba reemplazando a Poletti cuando se necesitaba, también afirma: “Fue una época dorada de Estudiantes, aunque algunos nos colocaron la etiqueta de antifútbol que no es cierta. ¿O cuántos equipos podían tener jugadores tan exquisitos como la Bruja Verón, Madero o el Bocha Flores”.
Entrevistado por Maxi Uría, en Clarín, Malbernat amplió: “Acá nos criticaban porque no nos entendían. Zubeldía fue un adelantado. Trabajaba doble turno, nos concentraba, nos hacía presionar. En esa época había libertades para jugar y cuando los equipos se chocaban con nosotros se enojaban porque éramos agresivos para recuperar la pelota. De ahí empezó a surgir la pavada del antifútbol”.
Parecía que el destino de Verón en el exterior sería México, pero no hubo acuerdo. En 1972 fue transferido al Panathinaikos, de Grecia, un destino hasta entonces casi desconocido para los nuestros. Allí jugó 57 partidos, marcando 22 goles. Fue campeón y lo dirigió uno de los más grandes futbolistas de la historia, el húngaro Ferenc Puskas. “Todavía se prendía con nosotros en las prácticas. Nunca vi a un tipo que le pegara a la pelota como le pegaba Puskas. ¡La dirección y la fuerza que le daba! Cuando veía hinchas en el estadio, se ponía los zapatitos y empezaba a patearles a los arqueros: las metía todas, una cosa increíble”, evocó la Bruja.
Perón retornó a Estudiantes en 1975, quedando subcampeones del Nacional 75 ganado por River. Luego comenzó otro paso exitoso, en Colombia: Junior de Barranquilla y Deportivo Cúcuta. En el Junior era al mismo tiempo jugador y técnico, y lograron el título del 77 –el primero en la historia del club: entre sus principales rivales estaban el Deportivo Cali dirigido por Bilardo y el Nacional de Medellín, que dirigía… Zubeldía
”Sí, fue increíble, la primera estrella en la historia del Junior. Le ganamos al Cali de Bilardo, que se quería morir, ja, ja, porque había tirado el offside y yo le piqué de atrás y entré solo a meter el gol. El último partido fue de local contra el equipo de Osvaldo, que se recalentó porque el 2 de ellos, Pacho Maturana, me tiró un caño en la salida y atrás vino Aguilar y la clavó contra un palo, ja, ja, la calentura que tenía Osvaldo, se fue sin saludar. En Barranquilla se vivió una locura. Todos los partidos eran a cancha llena. Aparte, Barranquilla es todo el tiempo joda, carnaval, música, minas, calor, son costeros, caribeños… La fiesta duró una semana, o un mes, ya ni me acuerdo, creo que todavía siguen festejando ese título. Cada tanto me invitan, nos reunimos con los ex jugadores, el año pasado hice el saque de inicio y desplegaron una bandera en toda la popular con mi nombre”.
Verón tuvo aún una tercera etapa de jugador por Estudiantes en 1980, se despidió luego de un partido con Atlético Tucumán en noviembre de 1981. Su “récord” en el Pincha fue de 324 partidos, con 90 goles. Siguió despuntando su pasión de jugador en Argentino de Quilmes y luego en una liga menor (jugando para Juventud Unida en General Madariaga) hasta que una lesión a los 41 años lo decidió: no va más.
Su carrera posterior como entrenador fue breve, principalmente en Centroamérica donde dirigió a la Selección de Guatemala. Al final, retornó a su “casa” en Estudiantes donde desempeñó múltiples tareas desde asesor hasta formación de divisiones menores.

Al cumplirse medio siglo de la hazaña en la Intercontinental, Verón retornó a Old Trafford junto a otros de los protagonistas de aquel ciclo: Malbernat, Conigliaroi, el “Bocha” Eduardo Flores y el “Bambi” Flores. Fue emocionante. Bambi evocaba: “El partido se había jugado en una noche brumosa, típica de Machester. Cuando salimos para el reconocimiento previo, los hinchas atronaron con el ‘animals, animals’. No se daban cuenta que eso, en lugar de achicarnos, nos agrandaba más”. Para Verón no fue tan intimidante: “Estábamos acostumbrados a los duelos de Copa, así que eso no nos asustaba”.
Y así Juan Ramón Verón siguió siempre vinculado a Estudiantes, con las últimas décadas disfrutando el juego de su propio hijo, Juan Sebastián, acompañando en las gestiones ya dirigenciales y tratando de detectar nuevos talentos.