“Era rico, pero santo”. La mención de la frase del Papa Francisco sonó potente en el comienzo de la presentación de libro sobre la vida y obra de la persona a la que el pontífice se refería titulado “Enrique Shaw, el apóstol de los empresarios” (Editorial Catarsis), de las periodistas y escritoras Nunzia Locatelli y Cintia Suárez, que está en camino de convertirse en el primer santo empresario del mundo.
Se trata de un miembro de una acaudalada familia de larga tradición en la Argentina que nació en el coqueto hotel Ritz de París, vivió desde niño en el país y, tras ser un joven y brillante oficial de la Marina, sobresalió como dirigente de empresa que, en palabras de Jorge Bergoglio, constituye “un faro a seguir en las buenas prácticas para los hombres y mujeres de negocios de todo el mundo”.
En el salón principal del museo de arte hispanoamericano Fernández Blanco, en el barrio porteño de Retiro colmado, la concurrencia seguía con atención aspectos de la vida de quien bregó por plasmar los valores humanos y cristianos en la empresa, y que se oponía tenazmente a que los despidos fueran la primera medida ante una crisis, pero a la vez defendía la rentabilidad.
Un hombre que Cristalerías Rigolleau, en la que estaba al frente, era muy apreciado por sus 3.600 obreros, de quienes conocía su nombre y se interiorizaba por sus problemas, y que decía que al trabajador había que alentarlo para que saque lo mejor de sí, no sólo por el beneficio de la empresa, sino en favor de su autoestima y su desarrollo integral.
Entre las varios episodios de su vida que se contaron, se narró que en una ocasión Shaw interrumpió a un capataz que estaba reprendiendo a un obrero porque había hecho mal una tarea determinada, preguntándole si lo había felicitado cuando la hizo bien y que, ante la negativa, le dijo que no estaba en posición de llamarle la atención.
“Me atrapó la trayectoria de Enrique Shaw que pertenecía a una familia acomodada y era un hombre de negocios, pero a la vez una persona de fe con sus consiguientes principios que los llevaba a la práctica en un ambiente, a priori, difícil”, dijo Locatelli, quien destacó “la coherencia entre lo que pensaba, decía y hacía”.
A su vez, Suárez dijo que más le impactó de Shaw fue “su sensibilidad hacia los trabajadores, el querer ser un obrero más, procurando siempre lo mejor para ellos, pero no de un modo asistencialista, sino promoviendo políticas que los beneficiaran a lo largo de sus vidas, sobre todo a quienes eran padres de familia”.
De hecho, Shaw fue el gran impulsor del salario familiar que terminó siendo incorporado al salario, pero además contribuyó a la difusión de la Doctrina Social de la Iglesia en el ámbito empresarial y fue uno de los creadores y su primer presidente de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE).
Precisamente, entre los asistentes a la presentación se contó la actual presidenta de ACDE, Silvia Bulla; también estaba el rector de la Universidad Católica Argentina (UCA) -de cuya fundación y consejo de administración participó Shaw-, Miguel Angek Schiavone, y directivos de la Acción Católica, de la cual fue dirigente.
También estaban el obispo castrense, Santiago Olivera, y el obispo auxiliar de Buenos Aires, Alejandro Pardo; los empresarios Marcos Bulgheroni, esposo de Locatelli; José Urtubey y Ricardo Smith Estrada, entre otros, y el presidente de ADEPA -que agrupa a los diarios de todo el país-, Martín Echevers.
La presentación fue coordinada por el periodista de Clarín, Sergio Rubín, quien dijo que la causa de Shaw se encuentra en el tramo final porque en 2021 Francisco declaró la excepcionalidad de su vida cristiana y el año pasado el Vaticano reconoció el necesario milagro hecho por su intercesión.
Casado, padre de nueve hijos, las autoras contaron que cuando la vida de Shaw se apagaba por un cáncer, a los 41 años, en 1962, una larga fila se formó delante de la clínica: eran sus obreros que querían donarle sangre. Al final de la presentación, una de sus hijas, Sara, lo recordó emocionada.