En la escuela aprendió que en África no tenían agua potable, juntó fondos y logró cambiarles la vida

En primer grado de la escuela, conoció que niños como él, en el continente africano, tienen que recorrer kilómetros para poder conseguir agua.

Ante ello, se propuso hacer trabajos domésticos y peticiones para construir un pozo de agua potable en Uganda.

A pesar de lo costoso de la obra, siguió trabajando y logró no sólo su objetivo, sino que hoy tiene una fundación que ha realizado miles de obras en distintos países subdesarrollados.

Un día de enero de 1998, Ryan Hreljac, de 6 años, estaba en su salón de uno de los colegios de Kemptville, Ontario, Canadá, cuando su maestra, de apellido Prest, explicó que en algunos países de África hay gente que camina durante horas para conseguir un poco de agua sucia.

Por la calidad del líquido —continuó la docente—, muchas personas se enferman y hasta mueren, así como varios niños no pueden llegar a la escuela debido a la tarea de recoger agua.

A Ryan, que desde el aula solo tenía que dar diez pasos para llegar a una canilla que ofrecía agua limpia, le impactó la situación relatada por la profesora. Según recuerda en su página web, antes de ese día, pensaba que todos vivían como él, y desde entonces decidió que tenía que hacer algo al respecto.

Al finalizar su jornada escolar, entonces, volvió a su a casa y le pidió a sus padres que lo ayudaran a solucionar el problema. Iluso, el pequeño pensaba que con apenas 70 dólares podría construir un pozo en África, y que con eso se solucionaría el problema mundial de la escasez de agua potable.

Por tanto, su familia le dio la posibilidad de hacer tareas domésticas, y así juntar el dinero que creía suficiente para financiar el hoyo de agua.

Al cabo de 4 meses, Ryan había obtenido los 70 dólares, pero, al averiguar cuánto costaba la obra que deseaba realizar, se enteró que se necesitaban 2000 dólares.

Sin embargo, el niño no se rindió. A pesar de que de que era tartamudo y de que tenía miedo a hablar en publico, empezó a pedir colaboración en todos los lugares que podía: vecinos, escuelas, clubes, etc.

Así entonces, logró obtener la ayuda de varias instituciones, así como recolectar dinero de distintos trabajos que continuaba realizando, tales como cortar el pasto o vender limonada.

Finalmente, luego de dos años, Ryan pudo juntar los dólares suficientes para financiar la construcción del pozo. El lugar elegido para llevarla a cabo fue la Escuela Primaria Angolo, en el corazón de Uganda.

Por su colecta, Ryan Hreljac impresionó tanto a sus vecinos, que estos le regalaron un pasaje aéreo para que fuera a Uganda a presenciar la construcción del pozo.

El canadiense viajó allí en el año 2000, y al llegar fue recibido como un héroe: cientos de personas bailaban preanunciando su arribo. Sin embargo, lo que más llamó la atención del visitante fue un pequeño llamado Jimmy Akana, de quien se hizo amigo.

Luego de concluida la obra, Ryan regresó a su país, desde donde mantuvo la comunicación con Jimmy mediante cartas.

Al poco tiempo, recibió una horrible noticia: luego de ser raptado por un grupo de guerrilleros, su amigo ugandés había logrado escapar, pero, en venganza, los secuestrados habían incendiado su aldea, por lo que el pequeño quedó librado a la suerte.

Ante esto, Ryan habló con sus padres, y estos tomaron la decisión de adoptar a Jimmy, quien desde entonces es el hermano mayor de la familia.

La labor de Ryan, que ya parecía increíble por haber logrado el pozo en Uganda, continuó con el paso del tiempo y se volvió gigantesca.

El niño siguió trabajando y recolectando dinero con el objetivo de financiar más obras relacionadas con el agua y el saneamiento en los países subdesarrollados.

En 2001, las tareas de Ryan se institucionalizaron gracias a la creación de la Fundación Pozo de Ryan.

Desde entonces hasta el día de hoy, la fundación ha trabajado en África, América Central y Asia del Sur, y facilitó así la vida de alrededor de 1,5 millones de personas, mediante más de 1700 proyectos de agua y 1300 proyectos de saneamiento.

Ryan Hreljac, el pequeño que quería juntar 70 dólares para cambiar la realidad de África, hoy tiene 33 años, está graduado en Desarrollo Internacional y Ciencia Política y es el director ejecutivo de la organización.

Reconocido en el mundo, además, se dedica a dar charlas y conferencias en distintos lugares, con el objetivo de concientizar sobre la problemática de la escasez y la contaminación del agua.