Muchas veces confundida con la locura, un término coloquial usado para referirse a cualquier trastorno mental y hasta una conducta extravagante, la demencia, en el ámbito médico, describe síntomas que afectan la memoria, el pensamiento y las habilidades sociales.
Uno de los primeros síntomas de la demencia es la pérdida de memoria, aunque esta, por sí sola, no significa que alguien tenga este problema. Lo que ocurre es que el alzhéimer, caracterizado por la pérdida progresiva y total de la memoria, provoca entre el 60 y el 80% de los casos de demencia.
Aunque las causas específicas del alzhéimer son desconocidas, los científicos saben que un pequeño porcentaje está relacionado con cambios en tres genes, que se transmiten de padres a hijos.
Algunos medicamentos pueden mejorar la calidad de vida los pacientes, en general mayores de 65 años, pero la enfermedad no tiene cura. Entonces, cobra vital importancia el cuidado que reciban.
El alzhéimer, la principal causa de demencia, se produce por la formación de placas y ovillos en el cerebro. “Las placas son grupos de una proteína llamada beta amiloide y los ovillos, masas fibrosas compuestas por proteína tau. Se cree que estos grupos dañan las neuronas cerebrales sanas y las fibras que las conectan”, explica la Clínica Mayo, de Estados Unidos.
Existen dos tipos principales de medicamentos para tratar la enfermedad. Los inhibidores de la colinesterasa aumentan los niveles de comunicación entre las células y preservan un neurotransmisor que se agota en el cerebro por la enfermedad. La memantina, en tanto, funciona en otra red de comunicación de neuronas cerebrales y retrasa la progresión de los síntomas de la enfermedad. A veces, se usa en combinación con un inhibidor de la colinesterasa.
Mientras el paciente recibe estos tratamientos, conviene seguir los siguientes consejos, publicados en el New York Times y avalados por especialistas.
Las personas con demencia pueden sentirse incómodas o ansiosas ante extraños y el estigma puede llevar a algunas familias a retirarse de la vida social. “Pero esto puede empeorar la enfermedad, explicó Helen Kales, psiquiatra geriátrica de la Universidad de California Davis. El aislamiento es capaz de acelerar el deterioro cognitivo e incluso expone a los cuidadores a un mayor riesgo de desarrollar demencia ellos mismos”, dice el diario. Kales recomienda que los pacientes y sus seres queridos sigan asistiendo a eventos sociales y probando cosas nuevas.
En cuanto a las personas que cuidan a estos pacientes, el diario afirma que “muchos cuidadores principales se sienten reacios a imponer responsabilidades y otros familiares y amigos pueden no saber cómo ayudar. Para solucionarlo, hay que organizar una reunión y asignar papeles. Por ejemplo, un hermano podría planear llamar cada mañana o cada noche para preguntar cómo está la situación. Si el familiar con demencia no contesta, podría solicitar que se realice un control de bienestar”.
En cualquier caso, lo más recomendable es consultar con un experto, como un trabajador social o un enfermero geriátrico, quien puede evaluar la seguridad del hogar del paciente y valorar cuánto apoyo necesitará. Este tipo de asesoramiento no viene con el diagnóstico, por lo que las familias tienen que buscarlo y pagarlo.
La tecnología es otra aliada. “Las cámaras domésticas y los sensores de movimiento pueden ayudar a los parientes que viven lejos a controlar a los familiares con demencia. Por ejemplo, puede colocarse un dispositivo en la heladera para que haga sonar una alarma si no se abre la puerta durante algún tiempo y otro aparato que llevan consigo los pacientes y envía una alerta si estos se caen al suelo”, aconsejan los especialistas en el artículo del New York Times.