La hepatitis B es una enfermedad viral que afecta al hígado y se transmite por contacto con sangre o infecciones. El virus de la hepatitis B (VHB) puede provocar infecciones agudas o crónicas, según la respuesta del sistema inmunológico. Muchas personas no presentan síntomas en las primeras etapas, lo que complica su detección temprana.
Esta infección se propaga a través de células inmunitarias en el cuerpo que atacan el hígado (hepatitis autoinmune) Infecciones por virus (como las hepatitis A, B o C), bacterias o parásitos y daño hepático por alcohol o tóxicos (venenos). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 250 millones de personas viven con hepatitis B crónica, aunque la mayoría desconoce su condición.
El diagnóstico precoz permite tratar la enfermedad y prevenir complicaciones como cirrosis o cáncer de hígado. Por eso, resulta clave prestar atención a las señales que emite el cuerpo. Reconocer los síntomas favorece el acceso al tratamiento y reduce el riesgo de transmisión a otras personas.
En muchos casos, la hepatitis B no provoca síntomas evidentes al comienzo. Cuando aparecen, suelen confundirse con los de una gripe común. La persona puede sentir fiebre, cansancio extremo, dolor muscular y pérdida del apetito. También puede presentar náuseas, vómitos y malestar general.
Según información del Centers for Disease Control and Prevention (CDC), estos síntomas aparecen entre 60 y 150 días después del contagio. No todas las personas desarrollan signos visibles, lo que facilita la propagación del virus sin saberlo.
En algunos casos, la orina se vuelve oscura y las heces se aclaran. Estos cambios indican una alteración en el funcionamiento del hígado y deben recibir atención médica inmediata.
Cuando el virus avanza, el hígado sufre una inflamación más intensa. La piel y los ojos pueden tomar un tono amarillento, conocido como ictericia. Este signo es una de las señales más claras de hepatitis y requiere una evaluación urgente.
El dolor en la parte superior derecha del abdomen también aparece con frecuencia. Este síntoma indica que el hígado aumentó de tamaño o sufrió un daño estructural. La acumulación de bilirrubina en la sangre provoca picazón en la piel y sensación de malestar constante.
La Mayo Clinic advierte que, en casos crónicos, la infección se mantiene activa durante años sin mostrar síntomas visibles. Durante ese tiempo, el virus continúa dañando el hígado y debilita el sistema inmunológico.
La hepatitis B aguda dura menos de seis meses y muchas veces se resuelve sin tratamiento. El sistema inmunológico puede eliminar el virus en personas sanas. Sin embargo, si la infección persiste, se convierte en hepatitis crónica.
Las formas crónicas afectan con más frecuencia a los bebés y niños pequeños, ya que su sistema inmune no logra combatir el virus con eficacia. Sin tratamiento, esta condición puede derivar en enfermedades graves como cirrosis o cáncer hepático.
Observar los cambios del cuerpo y realizar controles médicos periódicos permite actuar a tiempo. La vacunación sigue siendo la forma más eficaz de prevenir esta infección y sus consecuencias a largo plazo.
Nota creada con IA y editada por JKTP