Aunque en público diga exactamente lo contrario, el adelantamiento de las elecciones para cargos legislativos bonaerenses que impulsó Axel Kicillof le dio a Cristina Kirchner una oportunidad. Ella, que fue dos veces presidenta, una vez vicepresidenta, varias veces senadora y diputada nacional por diferentes provincias, detectó que hoy probablemente queda un solo lugar en la Argentina en el que ella pueda ser candidata y ganar una elección: la Tercera Sección Electoral de la provincia de Buenos Aires.
Si Kicillof le hubiera hecho caso y hubiese mantenido las dos elecciones juntas -la de cargos provinciales y la de cargos nacionales- a Cristina le habría resultado imposible esquivar la boleta de diputados nacionales y bajarse al tramo provincial como está haciendo ahora. La ex presidenta puede hacer eso en el caso de las elecciones del 7 de septiembre porque los comicios provinciales quedaron convertidos en un laberinto de ocho elecciones distintas, que hará imposible determinar un ganador bonaerense oficial, porque para hacer esa cuenta habrá que sumar todos los votos de las distintas secciones y poner a competir alianzas que, en algunos casos, no serán completamente iguales en toda la Provincia.
En ese mapa de una provincia subdividida en ocho porciones, Cristina eligió candidatearse en la única sección en la que el peronismo no pierde desde hace casi treinta años. Tiene la estadística electoral de su lado, y por eso eligió presentarse a un cargo que ella misma consideró poco relevante durante años.
Tiene, además, otra ayuda que -tal vez- Kicillof no había pensado para ella. En la elección provincial se mantiene el sistema de las listas sábana. Son las viejas boletas de papel, las de siempre, que los intendentes reparten casa por casa, que entregan en sobres cerrados a los vecinos, a los que van a buscar a los barrios en remises para llevarlos hasta los lugares de votación. Es el sistema electoral que más sirve para desplegar los aparatos tradicionales de la política.
Con esa vieja boleta -que tiene pegados en un mismo papel a los candidatos a legisladores bonaerenses y los candidatos a concejales- Cristina podrá garantizarse además que los intendentes trabajen apasionadamente para movilizar electores, porque todos ellos se quieren asegurar apoyo en sus concejos deliberantes. En un contexto de apatía, en el que se espera que en la elección bonaerense vote menos de la mitad del padrón, el aparato de los intendentes vale doble, porque ese poder tiende a diluirse sólo en votaciones con alto nivel de participación.
En la Tercera Sección, Cristina tendrá el más poderoso de los aparatos políticos que conserva el peronismo, porque gobierna 17 de los 19 municipios. Sólo Magdalena y Lobos, dos de las comunas menos pobladas de la zona, están en manos de intendentes no peronistas. A pesar de que muchos de esos intendentes peronistas eligieron pararse junto a Kicillof en la interna que explotó en los últimos meses, la futura postulante a integrar la Legislatura bonaerense, tiene garantizada que su lista será la única oficial del PJ: en La Plata admiten que el gobernador no armará una nómina para enfrentar a Cristina allí.
En octubre, cuando toda la Provincia quede unificada por la boleta de candidatos a diputados nacionales, el panorama será otro. Allí habrá boleta única, un sistema que reduce el peso de los aparatos políticos porque los electores se encuentran en la mesa de votación con un solo papel que reúne a todos los candidatos de todos los partidos y que tiende a favorecer a los postulantes con caras conocidas. El peronismo, cuya unidad todavía no está garantizada, tendrá además un rival difícil en esa ocasión, porque La Libertad Avanza y el PRO unificarán sus listas, un acuerdo al que puede sumarse también parte de la UCR.