quién fue Anastasia Romanov, la hija del último zar de Rusia


En el sótano de una casona en el oeste de Siberia, terminó una de las dinastías más poderosas de toda Europa. En 1918, la revolución bolchevique fusiló a la familia Romanov, poniendo un fin definitivo a sus tres siglos sobre el trono imperial de Rusia.

Después de 107 años, el magnicidio continúa fascinando y horrorizando a los aficionados por la realeza. La ejecución del zar Nicolás II y la zarina Alexandra, sus cinco hijos y cuatro sirvientes fue brutal, torpe y prolongada, sin siquiera demostrarle piedad a los más jóvenes: la princesa Anastasia, de 17 años, y Alexei, el heredero de 13 que padecía hemofilia.

Alexei y sus padres fueron los primeros de la familia en morir por disparos. Pero las cuatro hermanas, Olga, Tatiana, María y Anastasia, tenían diamantes cosidos en sus corsés que, sin haberlo planeado, funcionaron como chalecos anti balas. El ejército rojo de Lenin requirió numerosos cartuchos y luego bayonetas para terminar de matarlas.

Bajo estas circunstancias, resulta difícil creer que alguna de las hermanas pudiera haber sobrevivido y escapado. Sin embargo, debido a que la Unión Soviética ocultó por décadas el paradero de sus tumbas, el rumor de que la hija más pequeña y rebelde de los Romanov seguía con vida se propagó por Europa hasta la caída del comunismo en 1991.

Este fue el mito de Anastasia, que atrapó la imaginación de quienes anhelaban un final de cuento de hadas para una princesa que murió demasiado pronto.

¿Quién fue Anastasia Romanov, la hija del último zar de Rusia?

Siendo la cuarta niña consecutiva de los zares, el nacimiento de Anastasia Nikoláyevna Románova en 1901 fue recibido con decepción por el pueblo ruso, ya que las mujeres no podían ascender al trono.

De izquierda a derecha, arriba: María Nikoláyevna y la zarina Alexandra. Abajo, en el mismo sentido: Olga Nikoláyevna, el zar Nicolás II, Anastasia Nikoláyevna, Alexei Nikoláyevich y Tatiana Nikoláyevna. Foto: dominio público.De izquierda a derecha, arriba: María Nikoláyevna y la zarina Alexandra. Abajo, en el mismo sentido: Olga Nikoláyevna, el zar Nicolás II, Anastasia Nikoláyevna, Alexei Nikoláyevich y Tatiana Nikoláyevna. Foto: dominio público.

Sin embargo, las hermanas crecieron en un seno familiar amoroso y unido. Sus primeros años de vida fueron un contraste entre los privilegios de la realeza y la crianza estricta y frugal impuesta por su madre.

Cada princesa tenía una personalidad marcada: Olga era inteligente y sensible; Tatiana era la más madura y bella del grupo; María era cariñosa y cuidadosa; y Anastasia era por lejos la más vivaz e inquieta. Amaba hacerle bromas a su familia y trepar los árboles de los jardines del palacio Peterhof.

A pesar de que no demostraba demasiado entusiasmo por sus estudios, era tan carismática que hasta su institutriz la adoraba; alguna vez remarcó que era “la niña más encantadora” que había conocido.

La princesa o gran duquesa Anastasia Romanova durante su infancia. Foto: dominio público.La princesa o gran duquesa Anastasia Romanova durante su infancia. Foto: dominio público.

Con el nacimiento de Alexei, el heredero o “zarevich” tan esperado, y su repentino diagnosis de hemofilia, sus padres pusieron toda su energía en el cuidado del frágil varón, por lo que relegaron a sus hijas a un papel secundario, y comenzaron a verlas y tratarlas como una unidad. Era común verlas casi siempre juntas, vestidas con las mismas ropas y sombreros.

El poder y la caída de los Romanov

A comienzos del siglo XX, los Romanov no solo eran una dinastía dominante en Europa. Con los rápidos avances tecnológicos de la época, se convirtieron también en una de las familias más fotografiadas del mundo.

La historiadora Helen Rappaport señaló en 2017 la importancia de los cientos de fotografías que aún sobreviven de Olga, Tatiana, María y Anastasia:

“Basta con ver las fotos de esas cuatro encantadoras hermanas con sus vestidos blancos para entender por qué el asesinato de estos niños inocentes permanece grabado en la memoria de la gente”.

Retrato oficial de las hermanas OTMA tomado en 1914. Foto: dominio público.Retrato oficial de las hermanas OTMA tomado en 1914. Foto: dominio público.

Efectivamente, uno de los aspectos más notorios de la familia imperial rusa era el glamour y la belleza que los rodeaba, en contraste con la pobreza, hambruna y revueltas violentas que atravesaba el resto de Rusia desde que el zar Nicolás había ascendido al trono en 1984, y las cuales él se rehusaba a resolver implementado reformas en su gobierno.

El enojo de los rusos llegó a un punto cúlmine con el ingreso del país a la Primera Guerra Mundial en 1914, debido a un mayor deterioro de su calidad de vida y el fracaso militar de su emperador en el conflicto.

En 1917, la Revolución de Febrero derrocó al zar y estableció un gobierno democrático provisional. Nicolás II abdicó el trono, y él y su familia quedaron bajo arresto domiciliario en el Palacio de Alejandro, para luego ser trasladados a la Casa del Gobernador de Tobolsk, capital de Siberia.

Durante sus primeros meses de detención, el gobierno negoció con numerosas potencias europeas para recibir a los ex zares. La oportunidad más cercana fue que los Romanov se hubieran exiliado en Inglaterra, bajo el cuidado del rey Jorge V, primo de Nicolás.

Sin embargo, su monarquía autocrática también había sido impopular en el extranjero; ni siquiera su primo estaba dispuesto a refugiarlo.

Asimismo, para fines de 1917, la Revolución de Octubre puso en el poder a los bolcheviques, la facción más extremista del nuevo gobierno que detestaba aún más a los Romanov. Ya era demasiado tarde para rescatarlos.

Los últimos días de los Romanov

Con la llegada al poder de los bolcheviques, la ex familia imperial vio sus libertades, raciones y contacto con el mundo exterior cada vez más limitados.

En abril fueron nuevamente reubicados a la ciudad Ekaterimburgo, en la Mansión Ipátiev, bautizada de forma infame por los soviéticos como “la Casa del Propósito Especial”.

Los hermanos Romanov en cautiverio en el Palacio de Alejandro, en Tsarskoe Selo, a mediados de 1917. Foto: dominio público.Los hermanos Romanov en cautiverio en el Palacio de Alejandro, en Tsarskoe Selo, a mediados de 1917. Foto: dominio público.

Según los escasos registros que sobreviven de los meses que vivió allí, Anastasia, con solo 17 años, intentó sacar lo mejor de sí para hacer más ameno su cautiverio. Algunos de los guardias la recordarían como una muchacha “amigable y llena de alegría“, que organizaba números cómicos con sus mascotas para hacer reír a sus padres y a sus hermanos.

En contraste, otro episodio notorio fue cuando intentó abrir una de las ventanas de la casa, desafiando las órdenes de sus centinelas y por poco recibiendo un disparo como castigo.

Pero Anastasia permanecería solo 78 días en la Mansión Ipátiev. A pesar del control de los bolcheviques sobre su familia, su poder en Rusia aún no era absoluto: su ejército rojo batallaba en una guerra civil contra el ejército blanco o antibolchevique. En julio de 1918, la ciudad de Ekaterimburgo estaba por caer en manos de los blancos.

Yakov Yurovsky, el general a cargo del encarcelamiento de los ex zares, sabía que si los Romanov eran rescatados, serían un estandarte bajo el cual los antibolcheviques y monarquistas podrían derrotarlos.

La madrugada del 17 de julio, Yurovsky y sus hombres despertaron a la familia y los dirigieron hacia el sótano de la casa. Allí, el general leyó la condena y orden de ejecución de Nicolás II.

Según las memorias de Yurovsky, el último zar del imperio ruso se volvió hacia su familia y solo dijo: “¿Qué?, ¿qué?“, antes de recibir el primer disparo.

El sotano de la Mansión Ipátiev tras el fusilamiento del zar Nicolás y su familia. La casa fue demolida en 1977 por la Unión Soviética. Foto: dominio público.El sotano de la Mansión Ipátiev tras el fusilamiento del zar Nicolás y su familia. La casa fue demolida en 1977 por la Unión Soviética. Foto: dominio público.

Tras la masacre de los Romanov y la destrucción y entierro de sus restos, la Unión Soviética solo se adjudicó la muerte del patriarca. Por años, los líderes del poder comunista se negaron a dar detalles o aclarar que había ocurrido con el resto de los Romanov.

La muerte de los Romanov: ¿podría haber sobrevivido Anastasia?

Desde la ejecución de los zares y sus hijos en 1918, los mitos sobre el escape de alguno de ellos casi siempre se centraron en Anastasia. De las decenas de impostoras que saltaron a la fama en la Europa a partir de los años ’20, muy pocas “princesas perdidas” dijeron llamarse Olga, Tatiana o María.

¿Por qué? Tal vez porque era la niña menor, una figura incluso más trágica que sus hermanas mayores; o por su fama de ser rebelde e ingeniosa. O quizá por el simbolismo romántico del nombre Anastasia. De raíces griegas y eslavas, proviene de la palabra “anástasis” o resurrección.

Fuera cual fuera el motivo, la mujer que más lejos llegó fue Anna Anderson, una muchacha internada en un hospital psiquiátrico en Berlín, con graves heridas y problemas de memoria, quien en 1922 declaró ser la única hija sobreviviente de Nicolás II y Alexandra.

Según su relato, había podido fingir su muerte durante el fusilamiento en Ipátiev, y escapó con la ayuda de un soldado que se apiadó de ella.

Comparación de los perfiles de Anastasia Romanov (izquierda) y Anna Anderson (derecha). El antiguo tutor de los hijos Romanov, Pierre Gillard, elaboró y presentó este documento en 1925 como evidencia de que Anderson no era la gran duquesa. Foto: dominio público.Comparación de los perfiles de Anastasia Romanov (izquierda) y Anna Anderson (derecha). El antiguo tutor de los hijos Romanov, Pierre Gillard, elaboró y presentó este documento en 1925 como evidencia de que Anderson no era la gran duquesa. Foto: dominio público.

Logró hasta captar la atención de Olga Alexandrovna, la hermana de Nicolás II, y el tutor de los hijos Romanov, pero finalmente fue desacreditada por ellos y por una investigación que en 1926 descubrió que lo más probable era que fuera Franziska Schanzkowska, una obrera polaca con un historial de enfermedades mentales.

De todas formas, Anderson continuó declarando frente a medios internacionales que ella realmente era Anastasia Roamanov, y hasta su muerte en 1984 mantuvo un pequeño séquito de ex aristócratas rusos que apoyaron su reclamo.

Pero la historia de Anna Anderson, junto a la de alrededor de 30 impostoras en las décadas siguientes, fue finalmente desmentida con la revelación de las tumbas de los Romanov en 1998.

Habían sido descubiertas por historiadores rusos a fines de los años ’70, pero fueron recién expuestas al público tras la caída de la Unión Soviética en 1991. Ubicadas en los bosques de la región de Los Urales, donde estaba la ciudad Ekaterimburgo, contenían los restos de cinco esqueletos.

El mito sobre la supervivencia de Anastasia inspiró una película protagonizada por Ingrid Bergman en 1956, una película animada producida por 20th Century Fox en 1997 y un musical de Broadway en 2017. Foto: dominio público.El mito sobre la supervivencia de Anastasia inspiró una película protagonizada por Ingrid Bergman en 1956, una película animada producida por 20th Century Fox en 1997 y un musical de Broadway en 2017. Foto: dominio público.

Gracias a la comparación de su ADN con el de descendientes indirectos de los Romanov (incluido el del Príncipe Felipe, marido de la reina Isabel II) pudo determinarse que los cuerpos eran los de Nicolás, Alexandra, Olga, Tatiana y una de las hermanas menores.

En un giro que reavivó la leyenda de Anastasia una vez más, a las tumbas resultaron faltarle dos personas muy importantes: Alexei y María o Anastasia, que solo se llevaban dos años de diferencia. ¿Podría ser que una joven princesa y príncipe habían eludido el destino trágico del resto de su familia?

En 2007, el misterio fue finalmente resuelto. Un equipo de arqueólogos encontró una nueva tumba, ubicada a 70 metros de la original, donde yacían dos esqueletos pequeños, que posteriormente pudieron identificar como los del zarevich y el de María o Anastasia.

Con aquel descubrimiento, se confirmó sin lugar a dudas que toda la familia Romanov había muerto un siglo atrás, durante aquella trágica noche de julio de 1918.



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