Messi, con casi 38 años, enredando aún más los pelos de Marc Cucurella. Lamine Yamal, ¿ya con 18?, endiablando a Tagliafico y Otamendi. Julián Álvarez torturando defensores vestidos de rojo. Pedri sumando pases y más pases.
Imágenes paganas, apenas pinceladas de eso que se llama Finalissima y que, si las demenciales agendas del fútbol internacional le encuentran día, hora y lugar, nos podrían regalar el mejor espectáculo que las selecciones pueden ofrecer en estos tiempos.
Sería en algún momento de 2026 (podría ser en marzo, en Estados Unidos o Europa) por eso las edades de Messi y Lamine Yamal sugeridas en el arranque, entre el último campeón de América (y del mundo) y el último campeón de Europa. Fútbol de gala.
Argentina-España, España-Argentina, un partido imperdible que por ahora al menos podemos imaginar. Y jugar a jugarlo.
Primero, en la charla de café. Tenemos mejor arquero, mejor defensa… El medio es más o menos parejo, pero ellos tienen a ese Pedri que la rompe… Arriba, Julián los mata y Messi es Messi. Lamine y Nico Williams son terribles… Por momentos meten miedo, pero atrás dan ventajas…
Después, sin la camiseta puesta, un poco de análisis. La Scaloneta, consagrada en Qatar, bicampeona de América, vigente y eterna, muestra su musculatura futbolística cada vez que pisa uno de esos verdes terrenos de 105 metros por 68 que hay en el planeta. Siempre en serio. Despliega su autoridad y su insaciable hambre de gloria. Nada parece alcanzarle a este grupo que comandan los Lioneles. Van por más, quieren más. Y quieren medirse con España, un rival a la altura de sus desafíos.
¿Qué se puede agregar de Argentina? Con o sin Messi, ya sin Ángel Di María, la estructura se mantiene, la convicción crece y los desafíos se renuevan por decisión propia. No hay relajación a la vista. Hay renovación de nombres, competencia interna, mística.
Conquistadora de América en 2021 y 2024, líder de las Eliminatorias, cómodamente clasificada para el Mundial 2026 un año antes, hoy sin rivales que le puedan discutir en el continente, mira para adelante buscando eso, desafíos.

Del otro lado del océano, de la mano de Luis de la Fuente (un dato: fue profesor de Scaloni en la escuela de técnicos y entre ellos existe la mejor de las ondas), los términos son similares.
España domina Europa como hace rato no ocurría con ninguna selección. Ganó la UEFA Nations League en 2023 y esta tarde irá por el bicampeonato en la final ante Portugal en Múnich. Ganó también la Eurocopa, en 2024, con una seguidilla de siete triunfos nada menos que ante Croacia, Italia, Albania, Georgia, Alemania, Francia e Inglaterra. Los rivales califican. Y lleva 19 partidos sin perder, desde marzo de 2024.

La versión más reciente de España, el 5-4 ante Francia por la semifinal de la Nations League, mostró dos caras casi irreconciliables. Una, contundente, intimidante, que llegó a estar 5-1 ante Kylian Mbappé y compañía (la tercera selección en discordia en el presente) y que luego (otro dato: ya no estaba Pedri en el campo) evidenció una fragilidad defensiva que lo llevó a sufrir con el 5-4 en los últimos minutos.
La conclusión es bastante sencilla: España es un equipo con la pelota y otro muy distinto sin ella. La pelota puede ser un arma de destrucción; su ausencia, un mareo colectivo de difícil pronóstico.
Todos hablan (con razón) de Lamine Yamal Nasraoui Ebana y sus sorprendentes 17 años, su desparpajo, su zurda que se convierte en un puñal plagiando la diagonal de izquierda a derecha con remate. esa jugada que patentó Messi hace décadas. Pero también están los que, como el francés Arsene Wenger (ex entrenador del Arsenal inglés, voz autorizada), se rinden ante Pedro González López (Pedri, 22 años), un Xavi Hernández de estos tiempos, volante cuya religión es el pase. Y erra muy pocos.

España domina desde el control con Pedri y Fabián Ruiz (mientras espera el regreso del mejor Rodri) y desequilibra desde los costados con Lamine Yamal y Nico Williams, rápidos y furiosos.
El centrodelantero es el gran cuestionamiento que se hacen los opinadores españoles: De la Fuente siempre tuvo predilección por Álvaro Morata, pero apuesta por Oyarzabal que aporta una cuota aceptable de gol y más que aceptable de juego colectivo.

Es difícil imaginar el partido, porque como dice Jorge Valdano, a veces el fútbol tiene sus propios planes (y se ríe a carcajadas de las teorías previas), pero si me dejan arriesgar digo que Argentina sería un rival muy incómodo para esta España virtuosa (y para cualquiera, en realidad).

Porque la Selección que conduce Scaloni tiene un poco de todo: personalidad y actitud ganadoras (ejemplos: Dibu Martínez, Cuti Romero, entre otros), un mediocampo que maneja tiempos y espacios como pocos (De Paul, Enzo Fernández, Mac Allister, tres enganches reconvertidos en volantes centrales o lo que el equipo necesite), un delantero insoportable como Julián Álvarez, más Lautaro Martínez con sus goles a disposición.
Y Leo Messi, tenga la edad que tenga.
España juega a través de la pelota, Argentina juega con o sin pelota. España necesita jugar su partido, Argentina hace que se juegue su partido, con flexibilidad táctica y capacidad de adaptación.
En síntesis: el de De la Fuente es un gran equipo, pero más predecible; el de Scaloni es un gran equipo al que los rivales no terminan de interpretar.
España lleva tatuada la identidad que allá por la Eurocopa 2008 supo impregnarle Luis Aragonés, con mucho del barcelonismo de Johan Cruyff y Pep Guardiola, desplegado por Xavi e Iniesta. La revolución de los bajitos.
Argentina sigue renovando el ADN que va de Maradona a Messi, la picardía del potrero, potenciado por el barniz que ofrecen las ligas europeas, pero sin perder nunca ese plus de competividad barrial que hace del jugador nuestro algo distinto y buscado en todo el mundo (Franco Mastantuono es el ejemplo más reciente).
Argentina-España, España-Argentina, las mejores selecciones del mundo, sin dudas. Llenas de cracks. Un partidazo que el fútbol merece ver.