Habían pasado segundos de las 17.15. Los militantes de diversos espacios del peronismo llevaban horas frente a la sede del PJ nacional, en la calle Matheu. Adentro, Cristina Kirchner esperaba que la Corte Suprema sacara el fallo que definía su futuro judicial. Afuera, miles batían parches y cantaban a grito pelado contra los jueces. De pronto, llegó la confirmación: la expresidenta deberá cumplir seis años de prisión y ya no podrá ejercer cargos públicos. Se hizo silencio.
Sonaba “Somos de la gloriosa juventud peronista/somos herederos de Perón y de Evita” en trémolo, una vez detrás de la otra. Había tantos nenes saltando como ancianos aplaudiendo al compás. El frente del edificio del Partido Justicialista era tierra de La Cámpora. Alrededor se arremolinaban los diferentes militantes: partidarios, del sindicalismo, del Movimiento Evita -el mismo que supo distanciarse de ella tras la derrota de Scioli en 2015 y también en plena interna con Alberto Fernández-, de la agrupación Patria Grande de Juan Grabois, de ANSES.
Cuando la noticia corrió a la velocidad de whatsapp, la esquina de Matheu e Yrigoyen se envolvió en un llanto instantáneo. Se agitaban los bombos, pero el golpe calló a todos. Fueron segundos en los que la militancia tuvo que reacomodarse. Pero los cánticos volvieron, más fuerte que antes.
“Soldado soy del General/y este proyecto vamo’ a bancar/ya van a ver/vamo’ a volver/está llegando/la JP. / Porque sigo la bandera /la de Néstor y Cristina. / Como dijo Maradona/ que la chupen los gorilas/Somos los pibes que bancamos a Cristina/Por la patria venimos a militar…”, fue uno de los cánticos.

“Che, gorila, che, gorila/No te lo decimos más/Sí la tocan a Cristina/qué quilombo se va a armar”, adviritieron al unísono.
Pasó raudamente el diputado Germán Martinez, que se detuvo a consolar a dos mujeres en llanto. Un periodista lo saludó y el jefe de bancada kirchnerista le mostró los dientes. “No me rompas las pelotas. Ahora estoy con esto”, le dijo, señalando la sede del PJ.
Del Himno a la marcha y peleas por las parrillas, la previa del fallo contra Cristina
Los conductores sobre la avenida Rivadavia pasaban, hacia el oeste, por la esquina Matheu. Tocaban bocina ante el gesto del oficial Soto, de la Policía de la Ciudad, que les negaba doblar a los autos. A 130 metros de ahí, hacia el sur por Matheu, miles de militantes se agolpaban fuera de la sede del Partido Justicialista nacional. También hacían ruido: con gritos, el Himno y la marcha peronista, estaban ahí para apoyar a Cristina Kirchner. Eran las 16. Recién empezaba la reunión de los jueces de la Corte para fallar sobre su condena por la causa Vialidad.
Sobre la calle Hipólito Yrigoyen al 2300, eran ambulancias de la Provincia las que cortaban el tránsito. La cuadra entera estaba paralizada. Los locales cerrados, los vecinos en las ventanas o en las veredas, ante el rumor de los militantes con sus bombos y banderas.

Pancartas de distintas secciones territoriales del Partido Justicialista y otras organizaciones peronistas (Movimiento Evita, Juventud Peronista, Patria Grande), de distintos ramos de la Confederación General del Trabajo (CGT) y la Asociación Trabajadores del Estado (ATE), y algunas que otras banderas de otras organizaciones sindicales llenaban la calle Matheu. El frente de la sede justicialista era exclusiva potestad de La Cámpora, de donde partía la mayoría de los cánticos.
A las 16.20 sonó el Himno Nacional y cuatro minutos más tarde la marcha peronista; en iguales intensidades “Sean eternos los laureles” y “Viva Perón, viva Perón”. Sobre Hipólito Yrigoyen, entre Matheu y Alberdi, el empleado de un valet parking le decía a un vecino: “Desde las 10 están esperando el veredicto”. Y señala la esquina de Matheu, donde la bandera del PJ de Lomas de Zamora ocupa la centralidad.

Era momento de espera. Y a la espera, tensa, hay que ayudarla. Dos vendedores ambulantes peleaban por una caña que ambos querían usar como atizador para las brasas con que cada uno por su lado asaba choripanes y carne. Sobre la vereda del frente, una chica vestida con una clásica remera del kirchnerismo (logos de los planes Ahora 12, Ahora 18, Procrear, educar, Fines, Arsat) comía de una bandeja de plástico y hacía los dedos en V. A metros, los militantes cantaban “Como a los nazis/les va a pasar/adonde vayan/los iremos a buscar”. La chica de la remera hacía más deditos en V.
Sobre el humo de las parrillas se desplegaba la bandera de Movimiento Derecho al Futuro (MDF), de Axel Kicillof, que llegó a las 16 e hizo una visita breve. A veinte metros, un escolta corría por el medio de la calle Matheu y anunciaba que Sergio Massa, a bordo de una camioneta Land Rover, estaba abriéndose paso. “¡Vamos, Sergio!”, gritaba un militante desde la misma calle, tras los pasos de la camioneta. Apenas habían pasado las 16.30

En la esquina se refugiaba un grupo de mujeres. Una decía al resto: “Dicen que hay dirigentes llorando: le podrían dar doce”. De fondo, sobre la pared a la que las mujeres dan la espalda, una bandera de Kolina Avellaneda. Pasa una señora con dos bolsas de compra y un carrito donde, en vez de víveres hay un perro maltés: “Bien por ustedes, haciendo el aguante”. Las versiones eran ya tan variadas y coloridas como los abrigos y las banderas.
Ante la consulta de este medio, un militante guardaba una última gota de esperanza. “Puede ser que pidan una revisión, ojo”, se esperanzó. Se aferraba a la posibilidad de que los ministros de la Corte devolvieran el fallo a la Cámara de Casación e indicaran que la pena de prisión debería ser de 12 y no de seis años. Eso le permitiría ganar tiempo a Kirchner en vistas a las elecciones.

Los gritos iban en aumento ante la cercanía de un fallo inminente, que la Corte iba a sacar aunque no se sabía cuándo. Era cuestión de minutos. “¡Que se atrevan a venir a buscarla!”, intercedió una mujer, con chaleco de la Unión Obrera Metalúrgica, ante la conversación de Clarín con el militante. Y se fue, riendo. De fondo, se mezclaban el Himno y recortes de audios de Cristina. “Algunos se venden por cuatro pesos (…), pero nosotros somos el pueblo”, se la escuchaba por altavoz.
El Himno seguía sonando: “Libertad, libertad, libertad”. Muchos grababan el momento de algidez; otra mujer, cámara en mano, le preguntaba a una militante: “Esto no va a quedar así, se lo van a tener que…”. Pero la respuesta quedó inconclusa, debajo de insultos a la “Corte corrupta”.

La convocatoria fue, también, motivo de reencuentros. Cuando aún la suerte era desconocida, dos militantes se saludaron. “¡Ey, Joaco! ¿Todo bien?”, preguntó una. El otro le devolvió la respuesta de ocasión: “Sí, ¿y vos? Tanto tiempo…”. Pero el primero corrigió: “Sí, bien… bah, como si no estuvieran por meter presa a Cristina”, se desazonó la otra joven.
“100% lealtad a Cristina”, escoltaba desde la altura una bandera negra con letras negras. Mientras tanto seguía la incertidumbre sobre la reunión de los cortesanos Rosatti, Rosenkrantz y Lorenzetti. Los votos ya habían sido emitidos.
Lágrimas, un actor triste y Cristina en camioneta
En rigor, el silencio duró tanto como los militantes confirmaban en sus celulares la información, irreversible: seis años de prisión e inhabilitación perpetuo para ejercer cargos públicos. Luego, los bombos, los vientos y de nuevo los cantos.
Allí, hacia las 17.50 comenzó a orar Cristina Kirchner. “Cepo al dólar y ahora al voto popular”, dijo la actual presidenta del PJ, sobre el dictamen de la Corte. A los jueces los llamó “monigotes”. Y la militancia respondió con insultos para los integrantes del tribunal.

“La proscripción/la proscripción/se va a la puta/que lo parió”, se caldeó el ambiente sobre las 18. “Hay que hacernos cargo y hay que decirlo: al ‘monigote’ lo votaron”, señaló la líder. En ese momento, el “monigote” era el Presidente. “Milei, basura, vos sos la dictadura”, confirmaron desde abajo.
Los gritos dejaban escapar furia desazón y perplejidad. El llanto fue el segundo gesto más repetido, cuando se escucha a la exvice decir “Los quiero mucho”. Secadas las lágrimas, sonó “Oh, yo soy argentino/soy soldado del pingüino”.
Cristina terminó de hablar y un hombre que filmaba todo desde una esquina resopló: “Mirá qué futuro, mirá qué futuro”.
Una camioneta negra sobresalió del edificio del PJ y puso rumbo a Rivadavia. La expresidenta se iba a su casa. Atrás se fueron casi todos los militantes: “Y ya lo ve/y ya lo ve/nos vamos todos/a San José”.
En Matheu no quedaron ni las banderas de La Cámpora. La sede del Partido Justicialista ya había quedado atrás.