Falleció Martín Billoch, víctima de leucemia, y el yachting argentino no encuentra consuelo ante tan desoladora noticia. Porque se trata de uno de los exponentes más importantes de este deporte en el país y, principalmente, porque tenía 65 años, jóvenes 65 años. Luchaba hace meses contra esta cruel enfermedad.
A excepción de Tokio 2020, los regatistas argentinos conquistaron medallas en siete de los últimos ocho Juegos Olímpicos. El presente se explica echando la vista al pasado y hubo un grupo de náutas que fueron precursores. Mostraron el camino para los que venían atrás. Entre ellos estuvo Martín Billoch, un pionero con todo su talento, pasión y enorme capacidad de trabajo. Incluso, dejó huella en los de su generación.
“Martín fue mi primer amigo en el agua, uno de mis maestros, o probablemente mi mayor maestro, porque era más talentoso que yo y entonces me obligaba a buscar la manera de ganarle. Tenía que estudiar y trabajar mucho para lograrlo. Y también fue mi máximo rival. Todo junto”, le contó a Clarín Santiago Lange, ganador de la medalla de oro en Río 2016 y del bronce en Atenas 2004 y Beijing 2008.
Billoch y Lange, formados en el Yacht Club Argentino, compartieron la inmensa mayoría de los fines de semana durante su infancia y adolescencia. Los unió la pasión por navegar y competir. En Viento (Sudamericana), biografía autorizada escrita por Nicolás Cassese, el campeón olímpico recuerda con nostalgia aquellos inicios.
“El fin de semana empezaba bien temprano en mi casa de San Isidro, un barrio residencial de ritmo pueblerino ubicado a unos 30 kilómetros de la agitada Buenos Aires. Los viernes Martín solía venir a dormir. El sábado, después de desayunar, armábamos el bolso y salíamos a esperar el colectivo que nos llevaba al club. Tras un viaje de veinte minutos, nos bajábamos sobre una avenida despoblada y emprendíamos una caminata que nos resultaba eterna hasta llegar a la entrada, donde había una casilla con un marinero que custodiaba el ingreso. Exultantes, con la mañana instalada, pasábamos por fin al lado acuático de la vida, donde las reglas de la tierra perdían vigencia. Aquel era nuestro jardín secreto, repleto de historias que nadie más que nosotros conocía”.
Billoch nació el 5 de noviembre de 1959 en una familia amante de la náutica. Heredó de sus padres, Patricio Billoch e Inés Tasso, la misma pasión por la navegación que le transmitió a sus tres hijos, Germán, Cristóbal e Inés. Su primer contacto con el agua fue a partir de su padre, exremero, que compró un barco llamado Martín Fierro. Juntos salían a navegar por los canales del Delta. Y fue su hermano Francisco, conocido en el ambiente náutico como Paco y seis años mayor que él, quien le enseñó mucho de los “trucos” que luego puliría.
Era siete hermanos. Además de Paco y Martín, estaban Claudia, Lucila, Teresa, Ángela y Clara. Todos cerca del agua, pero ninguno con el talento de quien en 1974, en Suiza, se convirtió en el primer argentino campeón mundial de Optimist, categoría de hasta 15 años en la que compiten los niños cuando empiezan a navegar. Una gesta extraordinaria. Tuvieron que pasaron los años para que se tome verdadera dimensión del logro conseguido y el A1, aquel barco ganador, de madera, un diamante preciado para toda la familia, se convirtió en un mito.
Los éxitos se sucedieron. Fue subcampeón mundial en Cadet, clase en la que empezó a competir cuando tenía siete años, se consagró campeón argentino en Optimist y 470 y se alzó con la medalla de bronce en los Juegos Panamericanos de Mar del Plata 1995 en dupla con Juan Pablo Zizzi. Además, obtuvo diploma olímpico en Atlanta 1996 al finalizar séptimo junto a Martín Rodríguez Castels y como la vela no admite límite de edad, en 2008 se coronó campeón argentino en la clase Grumete. Y también se destacó como arquitecto naval y diseñador.
Por aquellos años, la idea de llegar a competir en un Juego Olímpico parecía poco menos que una fantasía imposible. Ni hablar de competirle a las potencias. Billoch logró clasificar para Moscú 1980 en 470 junto a su amigo Juanjo Grande, con quien le ganó el selectivo a Lange y Santiago Martínez Autin. Pero Argentina boicoteó y no pudo participar.
“Cuando empecé a navegar en Optimist, tuve la suerte de que con un grupo de amigos fuimos unos grandes aventureros y disfrutamos mucho. Entre ellos estaba Martín. No teníamos una estructura deportiva muy sofisticada, pero navegábamos todo el día. Salía del colegio el viernes a la tarde y hasta el domingo no aparecía por casa. Pasábamos todo el día navegando y dormíamos en los barcos. Fue una infancia maravillosa”, recordó Lange.
Tuvo revancha en Atlanta 1996. Clasificó y obtuvo un valioso séptimo puesto. La realidad ya era otra.
En los últimos años, además de competir, también se permitió disfrutar del agua. En septiembre de 2024, con autorización de los médicos de por medio, cruzó el Atlántico en una travesía de 49 días junto a sus tres hijos. Y vivió durante muchos años a bordo del “Inés”, su barco, en el Club Náutico San Isidro junto a Dolores Gabrielli, su segunda pareja, con quien compartió los últimos 14 años de vida.